El que mucho habla, mucho peca. Proverbios 10:19. Comenzaremos esta reflexión sabia haciendo uso de una ilustración de un autor desconocido, y la contamos a continuación:

«Los clavos del mal carácter»

Esta es la historia de un joven que tenía muy mal carácter.

Su padre le dio una bolsa de clavos y le dijo que cada vez que perdiera la paciencia, debería clavar un clavo detrás de la puerta.

Pronto la puerta se llenaba de clavos. Pero, a medida que aprendía a controlar su genio, clavaba cada vez menos clavos detrás de la puerta.

Descubrió que podía controlar su genio, pues el clavar le hacía pensar sobre su mala actitud.

Llegó el día en que pudo controlar su carácter y ya no tenía razón de clavar.

Después de informar a su padre, éste le sugirió que retirara un clavo cada día que lograra controlar su carácter.

Los días pasaron y el joven pudo finalmente anunciar a su padre que no quedaban más clavos para retirar de la puerta.

Era ciertamente un gran logro, pero su padre lo tomó de la mano y lo llevó hasta la puerta. Le dijo:

«Has trabajado duro, hijo mío, pero mira todos esos hoyos en la puerta. Nunca más será la misma.

Cada vez que tu pierdes la paciencia, dejas cicatrices exactamente como las que aquí ves. Tú puedes insultar a alguien y retirar lo dicho,

pero la herida permanece y el mal se propaga. Una ofensa verbal es tan dañina como una ofensa física.

Ahora hace falta trabajar mucho más para que la puerta quede como nueva. Hay que reparar cada agujero y muy difícilmente lograrás que quede como nueva.

  1. El que mucho habla ¡Mucho peca¡

La historia anterior nos hace pensar que No es suficiente con dejar de pecar, es necesario también,  reparar el daño que causamos con nuestro pecado.

Toda herida se sana, con la gracia de Dios, pero requiere mucho sacrificio y reparación.

Las heridas que deja el pecado requieren como remedio la cruz

Texto referencia.

Proverbios 10:19 «En las muchas palabras no falta pecado; el que refrena sus labios es prudente».

Y «El que mucho habla, mucho yerra», dice el refrán popular; pero Salomón ahonda más  profundamente en las consecuencias del mucho hablar:

Al mucho hablar le sigue de cerca el mucho pecar, y nos podemos preguntar ¿Cuantísimos pecados van aparejados con las palabras?

  • Blasfemar,

En el mucho hablar, comenzamos a decir expresiones que van en contra de la Verdad de Dios.

  • Mentir,

Cuando no refrenamos nuestra lengua, nos vemos tentados a echar mano de la mentira, como un recurso de protección de nuestro propio pecado

  • Burlarse,

La abundancia de palabras, siempre nos llevará a situaciones incomodas y difíciles, como lo es la burla hacia los demás.

  • Odiar,

No podemos olvidar, que de la abundancia del corazón, habla la boca, y si no ponemos freno a nuestros labios, tampoco lo pondremos al corazón.

El que mucho habla mucho yerra

  • Cometer Injusticias,

No parece que los actos de injusticia solo se expresan en hechos concretos, ¡Pero no¡ la injusticia comienza con el pensamiento y se hace evidente en las palabras.

  • Hacer actos impúdicos,

Cuando hablamos de manera desmedida, perdemos el pudor, la vergüenza y nos dejamos ver, tal como somos, con toda nuestra naturaleza pecaminosa.

  • Levantar falso testimonio,

Este es un acto propio de las personas dadas al mucho hablar, y que sueltan la lengua hasta el punto de dañar el honor de los demás.

  • Prácticas comerciales desleales,

Cuando no refrenamos nuestra lengua, tampoco pondremos limite a la avaricia y nos veremos realizando prácticas vergonzosas.

  • Religiosidad caprichosa,

Esta acción es propia de personas que creen, que en el mucho hablar hay espiritualidad pero olvidan dar testimonio de vida.

  • El disimulo,

Es una acción que acompaña el mal hablar.

  • La desobediencia y muchos más.

Porque no podemos sujetarnos al consejo de la Palabra, y nos dejamos gobernar por la pasión de nuestro corazón caprichoso.

  1. El que mucho habla y el que sabe callar.

Por el contrario del que mucho habla, encontramos al que sabe callar, y nos damos cuenta que este, rara vez causa daño.

Por esta razón es que Proverbios encarece con mucha frecuencia la moderación de palabras, como uno de los frutos más refinados de la sabiduría.

Podemos mencionar un par de ocasiones en las cuales encontramos este hermoso consejo:

  • El prudente para hablar:

Proverbios 17:27  El que ahorra sus palabras tiene sabiduría;  De espíritu prudente es el hombre entendido.

El hombre prudente es alguien que posee dominio propio sobre sus palabras, reflexiona en en lo que va a decir y en cómo va a responder,

Y es un hombre que establece el límite en lo que edifica y en lo que destruye.

Podríamos decir que el hombre prudente, es  aquel que mantiene la calma, que no es impulsivo al hablar.

  • El de labios entendidos:

Proverbios 17:28  Aun el necio, cuando calla, es contado por sabio;  El que cierra sus labios es entendido.

El paralelismo sinónimo que encontramos en este texto, subraya que el hombre que se calla, aunque sea necio (ver 1:22), aparece como un sabio e inteligente.

¡Cuán importante es el dominio propio sobre el habla![1]

  • El tardo para hablar:

En cuanto al tema de saber callar, el sabio apóstol Santiago se sumó, diciendo:

Santiago 1:19  Por esto, mis amados hermanos, todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse;

El resultado de oír la Palabra de Dios es hacernos sabios, y al ser sabios podemos discernir y refrenar nuestra lengua,

El que mucho habla mucho peca

De modo que No provoquemos  discusiones que terminen en situaciones lamentables y vergonzosas de violencia.

  1. La experiencia pagana para el que mucho habla:

También los paganos, en los diferentes tiempos, tenían alguna idea de esto.

  • Cleantes:

Un padre preguntó al filósofo Cleantes: «¿Qué debe aprender mi hijo?»

Y recibió esta respuesta: «Enséñale sobre todo a callar».

  • Pitágoras:

Pitágoras decía: «En mi escuela aprenden a oír y a callar; en otras escuelaslos enseñan a hablar».

Hasta los paganos comprenden la importancia del saber callar, porque experimentaron las graves consecuencias del mucho hablar!

  1. El consejo del Señor para el que mucho habla:

Sin embargo, lo que más nos debe llamar la atención, es la amonestación de nuestro Señor y Maestro:

«Pero yo os digo que de toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio,

pues por tus palabras serás justificado ,y por tus palabras serás condenado», Mateo 12:36-37.

Por su puesto, que nuestras palabras no son objeto alguno de salvación eterna! Sino que el Señor está hablando de algo más interno que es causa de las palabras.

Porque sabemos que el hombre bueno, del buen tesoro que hay en su corazón, habla palabras buenas.

¡Y el buen tesoro del hombre bueno es Cristo¡ pues No existe hombre bueno, si Cristo no mora en él.

En lo opuesto, encontramos entonces, que el hombre malo, de su mal corazón pronuncia palabras que hieren y destruyen,

E incluso condenan, cuando en su maldad, declara que toda maldición sea sobre ellos.

Conclusión.

Sabiendo, que el mucho hablar se acompaña de mucho pecar, debemos orar frecuentemente, para que el Señor nos ayude a saber callar:

«Pon guarda a mi boca, Yahvéh; guarda la puerta de mis labios», Salmo 141:3.

 Fuentes Consultadas:

Proverbios, Frans Van Deursen, pag. 262.

 

 

 

[1] Libro de los Proverbios, Comentario Mundo Hispano, Prv.17:28.