III. La Misión de Dios y el Pueblo de Israel.

 El pacto de Dios con su pueblo

Después del nuevo comienzo que proveyó el diluvio, el hombre vuelve a hacer el mal delante del Señor. Todo el mundo hablaba la misma lengua. Esto permitió que la raza humana fuese unida.

Pero en vez de usar esa unidad para lograr los propósitos de Dios en la tierra, de establecer el orden y vida a través del amor sacrificial, el ser humano utilizó su unidad para lanzar un ataque contra el cielo.

Los hombres se juntaron para construir una torre que alcanzara al cielo, la morada de Dios. Así pensaban engrandecer su nombre en la tierra. Pero Dios no pudo permitir que el hombre se juntara a tal propósito. Así que Dios bajó y confundió las lenguas para que el uno no entendiese al otro.

Al encontrar sus lenguas irreversiblemente confundidas, los hombres se dispersaron sobre la faz de la tierra. Las naciones formaron, y el tribalismo garantizó que los hombres nunca jamás se juntaran para hacer el mal.

Sin embargo, la división del mundo en naciones tampoco permitió que el hombre realizara el propósito de Dios, de establecer orden y vida por medio del amor sacrificial. Todavía quedó un plan para reunificar las naciones por medio del Espíritu Santo.

Y justo en el día de Pentecostés, cuando el Espíritu Santo fue derramado sobre los creyentes, vemos que Dios dio revés a la confusión de lenguas, para que «cada uno los oía hablar en su propia lengua» (Hechos 2:6).

  1. El Llamamiento de Abram y los Patriarcas (El Pacto de Dios con Abraham).

En medio de esta situación, Dios buscó la salida a través de acuerdos, llamados «pactos» hechos con el ser humano. El pacto fue la forma común en los tiempos antiguos de formalizar un acuerdo entre dos personas o partidos.

El pacto pudo ser unilateral, cuando las promesas y las condiciones eran impuestas por uno de los dos partidos. Esta situación se presentó casi siempre cuando un soberano conquistó o libró a un pueblo.

Por haber asumido esta posición de autoridad sobre el pueblo, el soberano tenía el derecho de imponerle las promesas y las condiciones de su soberanía.

Un pacto pudo ser también bilateral, cuando los dos partidos entran mutuamente en el establecimiento de las promesas y las condiciones. En la Biblia, vemos claramente que los pactos son unilaterales.

Dios pone las promesas y Dios pone las condiciones. Esto nos muestra la naturaleza de la relación de Dios al pueblo de Israel.

Dios no entra en conversaciones bilaterales con los representantes del pueblo de Israel, sino Dios actúa como soberano conquistador. Dios es él que conquista o libra a su pueblo.  Como soberano absoluto, Dios mismo da sus promesas y establece las condiciones. La redención es pura y completamente obra de Dios.

El primer pacto hecho es el pacto con Abram. Abram era residente en la ciudad de Ur de los Caldeos. De allí se traslada a la ciudad de Padan Aram, donde Dios llama a Abram a salir de su pueblo y de su tierra para ir a la tierra que Dios le mostraría. En el llamamiento de Abram Dios dice:

Vete de tu tierra, de tu parentela y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré. Yo haré de ti una gran nación. Te bendeciré y engrandeceré tu nombre, y serás bendición.

Bendeciré a los que te bendigan, y a los que te maldigan maldeciré. Y en ti serán benditas todas las familias de la tierra. (Génesis 6:1-4)

Estas palabras importantísimas establecieron el pueblo de Israel y abrieron el camino para el futuro Mesías. Es importante notar aquí tres aspectos de este llamamiento de Abraham.

Primero,

Dios es él que logra la grandeza para su siervo Abram. Como dice, «Te bendeciré y engrandeceré tu nombre.» En claro contraste con los constructores de la torre de Babel, quienes querían engrandecer su propio nombre, aquí vemos que Dios promete engrandecer el nombre de Abram.

Segundo,

La relación de las demás personas con la bendición de Dios depende de su relación con Abram. Como tratan a Abram, así también serán tratados.

Tercero,

Y más importante, Dios promete bendecir a todas las naciones por medio de Abram. Dios nunca pierde de vista el plan de establecer orden y vida en toda la raza humana.

Si recordamos que la primera bendición de Dios era de participar en el establecimiento de orden y vida por medio del amor sacrificial, ya entendemos que todas las naciones volverán a participar en esta bendición por medio de Abram. Abram sería el punto de enlace entre las naciones y la bendición de Dios.

No hay otro camino por ahora sino por medio de Abram y sus descendientes. Pero eso implica que Abram y sus descendientes tendrán una responsabilidad inmensa, de hacer llegar la bendición de Dios a las naciones.

Abram obedeció a Dios, salió de su tierra, y fue a la tierra de Canaán. Abram creyó las promesas que Dios en su misericordia le había hecho, y esto le fue contado por justicia. De allí Dios confirmó su pacto con Abram, especificándole que la tierra sería la herencia de su simiente.

Pero tan pronto que Dios termina de hacer pacto con Abram, comienza el juego. Abram y Sara perdieron la confianza de que Dios les iba a proveer un heredero, y tomaron las cosas en sus propias manos.

Abram se acuesta con la sierva de Sara para así ayudarle un poco a Dios y engendrar el heredero prometido. Pero el heredero verdadero no podía ser producto de artimañas humanas, sino tenía que ser el verdadero hijo de la promesa, un hijo milagroso proveído por Dios.

Pues, Dios rechaza a Ismael, el producto de la unión de Abraham y Agar, la sirvienta de Sara, y en su lugar, les da un niño milagroso por medio del vientre casi muerto de Sara. Para demostrar claramente la naturaleza del pacto de la promesa, Dios demanda de Abraham la señal de la circuncisión.

En la circuncisión, el prepucio es quitado del órgano sexual del varón, para mostrar claramente que los verdaderos herederos del pacto con Abraham no nacen de la carne, sino del Espíritu de Dios (vea Gálatas 4:21-31).

Así estableció, por medio de Abraham, su pacto con el pueblo de Israel, para que ellos sean la fuente de bendición para todas las naciones del mundo. Por medio de esta nación Dios establecería el orden divino entre los seres humanos, y así proveería vida para el mundo.

  1. El Éxodo y el Nuevo Pueblo (El Pacto de Dios con Moisés).

En pocas generaciones, los descendientes de Abraham, ahora la nación de Israel, cayeron en la esclavitud en Egipto. Esto muestra una vez más la incapacidad de los seres humanos de cumplir con la tarea que Dios ha encomendado a la raza humana.

Obviamente, bajo la esclavitud, no podían cumplir con la tarea tan importante de ser una bendición para todas las naciones. Pues, Dios volvió a llamar a su pueblo para sacarlo de la esclavitud. Dios actuó con poder en esta situación para librar a su pueblo.

Él mandó diez plagas para romper el dominio del Faraón, gobernador de Egipto. Así logró el gran éxodo de su pueblo, y según las promesas hechas a Abraham, él buscó hacer de este pueblo una bendición para todas las naciones.


Para comenzar el proceso de preparar un pueblo para establecer orden y vida en el mundo, Dios hace nuevo pacto con el pueblo de Israel.

Cuando el pueblo estaba esperando el pacto de Dios al pie del monte de Sinaí, Dios expresó su voluntad para con el pueblo de Israel, para así establecer su orden entre ellos:

Ahora pues, si de veras escucháis mi voz y guardáis mi pacto, seréis para mí un pueblo especial entre todos los pueblos. Porque mía es toda la tierra, y vosotros me seréis un reino de sacerdotes y una nación santa.» Estas son las palabras que dirás a los hijos de Israel.

Dios demandó de su pueblo que vuelvan a la tarea original dada al ser humano, para que cumplan con la misión que Dios como representantes de todas las naciones. Así serían un «reino de sacerdotes.» Estas palabras sencillas indican dos cosas importante y fundamental.

Primero,

Serán un reino. Esto implica dominio. El dominio fue perdido por el pecado del ser humano, pero ahora puede volver por medio del cumplimiento del pacto.

Segundo

Es la santidad. La santidad viene a base de redención y obediencia. En estas palabras, Dios comunica su intención de hacer del ser humano el instrumento del orden divino, para así hacerle a la vez el canal de la vida.  Dios pone la base de esta santidad cuando de su propia boca emite las palabras de los diez mandamientos.

Los diez mandamientos representan la ley moral de Dios para todas las generaciones. Los que guarden esta ley, serán santos delante del Señor, y la santidad es la fuerza que el ser humano necesita para así cumplir con la misión de Dios de establecer orden y vida.

El pacto de la ley con Moisés, pues, fue una expresión de la perfecta voluntad de Dios para con su pueblo. De esta manera, Dios señaló a su pueblo el camino hacia la salvación y a la vez el cumplimiento de los propósitos de Dios en el mundo.

Por medio del cumplimiento de la ley, Israel sería la nación por medio de la cual el dominio volvería al ser humano para que pudiera establecer el orden de Dios en el mundo como fuente de vida.  No era solamente para el beneficio del pueblo de Israel que fue establecido este pacto.

Es obvio que el propósito de Dios se extiende hacia todas las naciones en versículos como Levítico 25:10   …y pregonareis libertad en la tierra a todos sus moradores…  También se ve en el cuidado que se extendía hacía con los extranjeros que vivían en medio del pueblo hebreo.

3. El Reino de Israel y el Reino de Dios  (El Pacto de Dios con      David).

 

Aunque los propósitos de Dios eran muy claros y sencillos en el pacto con Moisés, otra vez más, el factor de la debilidad humana no permitió que los propósitos sean cumplidos. Aunque Dios proveyó una ley específica y una tierra prometida en la cual practicarla, el cumplimiento del pacto fue disminuyéndose entre el pueblo de Israel.

En la época de los jueces, la situación se deterioró hasta el punto donde «cada uno hacía lo que bien le parecía» (Jueces 21:25). Fue más y más evidente que aun en el pueblo elegido faltaban los recursos espirituales para cumplir con los propósitos de Dios.

El mismo versículo de Jueces 21:25 nos explica porque: «En estos días no había rey en Israel.» Con cada día fue más claro que el pueblo de Dios necesitaba una cabeza, un representante, que no sólo pudiera liderarles en los asuntos del pacto, sino que pudiera cumplir el pacto por ellos.

Estos deseos se enfocaron en el personaje del rey, un rey que el pueblo deseaba y en verdad necesitaba, pero no como ellos pensaron. No necesitaban un rey «como tienen todas las naciones,» como pidió el pueblo en 1 Samuel 8:5, sino necesitaban un rey divino, quien pudiera cumplir el pacto de Dios.

Después del fracaso del reino de Saúl, el primer rey de Israel, Dios elige un rey según su propio corazón (1 Samuel 13:14) para así avanzar los propósitos de su reino. En la persona de David, Dios se acerca una tercera vez para hacer pacto con el pueblo de Israel.

En este tercer pacto, Dios promete al rey David que él levantaría de sus entrañas un rey quien se sentaría sobre su trono. El reino de este descendiente de David sería un reino eterno. Además, el rey sería el hijo de Dios (2 Samuel 7:14).

Con este nuevo pacto, Dios proveyó al pueblo de Israel la promesa de un rey que cumpliría su pacto y que lideraría al pueblo en sendas de justicia.

Cada nuevo pacto que Dios hizo con Israel No era para anular el pacto anterior, sino, para confirmarlo. Es decir, el pacto con David era un medio de cumplir con el pacto anterior de Moisés. El rey prometido sería aquel que cumpliría y haría al pueblo cumplir con la ley de Dios.

El pueblo, por su lado, cumpliendo la ley de Dios, haría realidad el pacto hecho con Abraham. Y al cumplir con el pacto con Abraham, cumplirían la misión de Dios en la creación de establecer orden y así vida en toda la tierra. De hecho, la extensión de la gracia de Dios hacia las naciones era parte del propósito de Dios para la nación de Israel.

Esto es un tema repetido y dominante en el Antiguo Testamento. La posición de la Tierra Prometida, en el puro centro del Mundo Antiguo y directamente encima de las rutas principales de comercio entre África, Asia y Europa, sirve como muestra que Dios quería que su Pueblo trate con el mundo.

Según Isaías 49:6, no era solamente para salvar este pueblo escogido, sino para que sea luz a las naciones, para que sea salvación hasta lo postrero de la tierra. En Salmos 46 hasta 49, se encuentran versículos dirigidos a las naciones, los pueblos, y los reyes de la tierra.

En Salmo 67, las naciones reciben la exhortación de alabar a Dios: TODOS los pueblos, hasta los términos de la tierra! Y Salmo 96:10 nos manda, decid entre las naciones, Jehová reina!

Al cerrar el Antiguo Testamento, vemos que el rey prometido no llegó. Y con cada generación, el deseo y la ansiedad para ver al rey justo aumentaba. Oímos en la voz del profeta Isaías el ardor para el rey venidero.

“El pueblo que andaba en tinieblas vio una gran luz. A los que habitaban en la tierra de sombra de muerte, la luz les resplandeció. Le aumentaste la gente y acrecentaste la alegría. Se alegrarán delante de ti como se alegran en la siega, como se gozan cuando reparten el botín.

Porque como en el día de Madián, tú has quebrado el yugo que cargaba, la vara de su hombro y el cetro del que lo oprime. Todo calzado del que marcha con estruendo y el manto revolcado en sangre serán para quemar, pasto para el fuego.

Porque un niño nos es nacido, un hijo nos es dado, y el dominio estará sobre su hombro. Se llamará su nombre: Admirable Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz.

Lo dilatado de su dominio y la paz no tendrán fin sobre el trono de David y sobre su reino, para afirmarlo y fortalecerlo con derecho y con justicia, desde ahora y para siempre. El celo de Jehová de los Ejércitos hará esto.”  (Cap. 9)

El rey venidero restauraría el pueblo de Israel, pero a su vez sería una luz para todas las naciones. Al rey venidero volvería el dominio perdido por el humano pecaminoso, y él establecería orden y vida por toda la tierra. Y así la misión de Dios se cumpliría, por medio de este rey de gloria. ¿Quién sería el rey de gloria?

16. Qué es un pacto?

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17. Qué prometió Dios a Abram cuando estaba en Padan Aram?_______________________________________________________________________________

18. Los pactos de Dios son (marque uno):

unilaterales _________bilaterales__________

19. Qué es el deseo de Dios para su pueblo según Éxodo 19:6?

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20. Porqué dio Dios la ley al pueblo de Israel?

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21. De qué consistió el pacto de Dios con David?

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Fuente consultada:

Este estudio es un extracto de “Un Estudio sobre la misión de Dios” de El Instituto Bíblico Reformado por Juan Medendorp