Sanemos El Resentimiento Con La Palabra De Dios, porque sabemos que todo rencor Es ¡Una Herida Que Debe Ser Sanada¡

Debemos saber que el rencor o resentimiento es la segunda causa de enfermedades espirituales, que pronto pasan a ser enfermedades físicas.

Y ¿Qué significa guardar rencor o resentimiento?

Significa No tener la disposición a perdonar a aquel que nos ha ofendido y herido interiormente.

El resentimiento es un sentimiento que nos puede embargar cuando somos objeto de:

  • Malos tratos,
  • Recibimos desprecios,
  • Somos agredidos,
  • Criticados,
  • Burlados,
  • Insultados,
  • Golpeados,
  • Engañados,
  • Estafados…

Naturalmente todo maltrato nos lastima emocionalmente y nos causa dolor, y es enonces cuando ese dolor se transforma en:

  • amargura,
  • resentimiento y rencor.

Y lo realmente triste es que, cada vez que la persona vuelve a recordar aquella situación dolorosa que un día vivió, vuelve a tener un sentimiento negativo,

De manera que, cuando volvemos a revivir el dolor vivido en el pasado, podemos decir que estamos frente a un sentimiento que  llamamos re-sentimiento.

Sanemos el resentimiento con la Palabra de Dios.

Si estamos viviendo en condiciones de rencor y resentimiento, no hay duda que necesitamos una ayuda urgente.

Porque la amargura que envuelve nuestra alma, nos convierte en personas muy suceptibles a ser dañadas

La sola presencia de la persona que nos ha lastimado, y a veces solo la mención de su nombre, nos provocan una emoción negativa y termina alterando nuestra conducta.

Si no sanamos rápida y correctamente esas heridas emocionales y espirituales según la Palabra de Dios, esas heridas se van a infectar

y todo el cuadro emocional, espiritual y físico de la persona afectada, se puede complicar.

Sucede lo mismo que con las heridas físicas: hay que curarlas inmediatamente con algún medicamento que desinfecte y sane el área.

Es por eso que debemos aprender a curar nuestras heridas emocionales según el concejo de la Palabra de Dios.

Porque no podemos obviar que, vivimos en un mundo lleno de pecadores y dominado por el pecado, de manera que somos tratados injustamente de diversas maneras.

Y sabemos que toda acción injusta nos causa un dolor o una herida, que si no es tratada correctamente, se convierte en un profundo daño emocional.

  1. Sanemos el resentimiento con la Palabra de Dios, dentro del hogar

Es muy difícil aceptar que es el hogar, justamente el lugar donde más nos ofendemos con facilidad.

El hogar es origen de resentimientos

Dentro del hogar, siempre hay personas más sensibles que otras, que se ofenden con más facilidad.

Por lo general las mujeres se sienten más afectadas que los hombres, suelen ser más sensibles al maltrato y son sujetos de mayor agresión

Y lamentablemente, en muchos casos, donde más heridas se reciben es en el seno de la propia familia.

Sucede así, porque es en la casa donde cada uno de nosotros se comporta más espontánea y descuidadamente.

Somos tan genuinamente nosotros mismos, que hablamos como queremos, sin cuidar nuestras palabras, ni los modos de actuar, ni las actitudes.

Generalmente en nuestro hogar estamos más relajados, nos sentimos más libres.

Y esa libertad hace de nuestro hogar, el lugar donde más herimos a los otros miembros de la familia y donde más somos heridos.

  1. ¡La violencia intrafamiliar¡ Sanemos el resentimiento con la Palabra de Dios,

No quisiéramos escuchar de violencia intrafamiliar, pero es una realidad en nuestro mundo caído.

Y esa violencia adquiere muchas formas: física, verbal, psicológica, emocional, de manera que nos causa mucho resentimiento hacia nuestro agresor.

  • Violencia por la presencia de esposos rudos

En los hogares, hay muchas esposas lastimadas por la presencia de maridos duros que hablan con palabras agresivas, despectivas, groseras, insultos;

Y ese maltrato verbal se da aún delante de los hijos o de terceros, que hace que estas esposas se sientan humilladas y sin autoridad

Existen maridos que se encolerizan, levantan la voz, gritan, amenazan, golpean la mesa y cuando el nivel de alteración los supera, aun son capaces de pegarle a la mujer.

Tristemente, la violencia familiar es un asunto muy generalizado en nuestros días.

  • Violencia por la presencia de maridos indiferentes

También existen mujeres muy heridas por convivir con maridos indiferentes, egoístas, que no discuten, que no agreden con palabras, pero sí con sus actitudes.

Esos maridos dejan que toda la tarea de la casa y de la crianza de los hijos recaiga sobre la esposa.

Esta mujer ve a su marido llegar del trabajo, y que cómodamente se sienta frente al televisor o su celular, ajeno a toda la realidad de la casa

Mientras la esposa lucha con las responsabilidades de los hijos, trabaja fuera y dentro de la casa, y lo hace todo ella sola.

Ese tipo de actitudes de los esposas, también causan heridas en las mujeres.

  • Violencia por la presencia de mujeres agresivas.

Por otro lado también es frecuente ver maridos lastimados, humillados e irrespetados por sus propias esposas.

A muchos hombres sus esposas les faltan el respeto, les levantan la voz o los deshonran y desprecian.

Los hombres llegan a ser víctimas de mujeres nerviosas que gritan y lanzan palabras tan filosas como cuchillos, que lastiman al hombre en su masculinidad.

Son mujeres que profieren palabras como «¡No eres un hombre!». «No eres como este o como aquel». «No tienes éxito en tu trabajo».

Mujeres tan inconformes que humillan a sus esposos diciendo «No eres capaz de traer suficiente dinero como para que vivamos bien y por tu culpa toda la familia sufre».

El hombre también es objeto de humillación y rencor

Y así, estas mujeres crean hogares violentos y agresivos, que van creando maridos con corazones llenos de resentimiento hacia ellas.

  • Violencia hacia los hijos:

Podríamos preguntarnos ¿Quiénes aman a los hijos más que los padres? ¿Quiénes son los únicos capaces de dar la vida por los hijos?

Sin embargo, desgraciadamente, hay muchas personas que tienen heridas provocadas por los padres durante su infancia.

En los hogares, encontramos muchos padres que se han mostrado duros, injustos, crueles, que insultan a sus hijos.

Padres que constantemente levantan la voz, gritan, desprecian, y les dicen cosas hirientes a sus hijos.

De suerte tal, que hay hijos heridos en su interior desde su infancia y que van guardando rencor y amargura hacia sus padres y a la vida

Estos hijos, constantemente humillados, se vuelven personas rebeldes por haber sido permanentemente maltratados por sus padres.

  1. Violencia social ¡sanemos el resentimiento con la Palabra de Dios¡

Las heridas interiores también se pueden producir en el ámbito social como la escuela, el trabajo o la comunidad donde crecemos.

Siempre encontraremos colegas que se burlan, que desprecian, que se ríen y ofenden. Y eso también causa dolor.

  • También hay personas que están resentidas con la sociedad.

Este es un resentimiento que surge cuando la persona ve que otros tienen éxito, dinero, casa, auto;

Ven a muchas personas que viven rodeadas de placeres y que gozan de toda clase de beneficios económicos, materiales.

Y por causa de ese resentimiento, y por otras razones que se les complementan, desde temprana edad, estas personas se  vuelven violentas y optan por el crimen.

Pero en el fondo de estas personas degradadas socialmente, se encuentran corazones  heridos y llenos de resentimiento.

Lamentablemente, es la misma sociedad la que discrimina, margina y crea un entorno de mucha violencia y agresión.

  1. ¿Cómo me afecta la amargura y el resentimiento?

La amargura y el resentimiento, son el reflejo de una persona con falta de un espíritu de reconciliación,

Ese resentimiento viene a ser como un cáncer, que crece y avanza, destruyendo todo a su paso ¡No se queda pequeño¡ sino que crece.

  • Primero

Ese resentimiento se muestra como rencor, como una indisposición a perdonar, a re establecer nuevamente las buenas relaciones

  • Luego

Ese pequeño rencor se convierte en odio. Es decir, en un deseo pecaminoso de hacer mal a aquel que me ha hecho mal.

La amargura es falta de un espíritu de reconciliación

Y muchas veces, ese odio que se acrecienta, llega hasta la búsqueda de venganza, de retribuir de alguna manera, con maldad, el daño recibido.

En algunos casos, ese rencor transforma a las personas en seres agresivos y violentos, que no encuentran sosiego, hasta que realizan su venganza

Pero en otros casos, ese resentimiento lleva a las personas a convertirse en gente triste, depresiva, derrotada por la vida.

  1. Sanemos el resentimiento con la Palabra de Dios y ¡Perdonemos¡

Ante las trágicas consecuencias del resentimiento, podemos preguntarnos ¿Cuál es el remedio? ¿Cuál es la solución?

Y la Palabra de Dios nos da la respuesta ¡El perdón¡ debemos perdonar a todos aquellos que nos han hecho mal

  • ¿Qué significa Perdonar?

El significado más claro que podemos tener del perdón es  “Lanzar lejos”. ¿Qué lanzaremos lejos? Todo ese sentimiento que nos destruye¡!

Y debemos comprender, que yo no puedo controlar la acción de los demás hacia mí, pero sí puedo dominar mi interior

Y ese poder de dominarnos a nosotros mismos solo lo encontramos en Dios! Solo en Él encontramos una solución profunda y completa para todas esas situaciones.

¡La cura está a nuestro alcance¡ Jesús la incluyó en el “Padrenuestro”, que es una oración que debemos hacer cada día:

Mateo 6:9–12 «Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino.

Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy.

Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores».

Y de manera maravillosa, nuestro Señor Jesús, completo esta oración modelo, con un postdata:

Mateo 6:14-15 «Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial;

 mas si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas».

Al final del discurso del Señor, la única frase que retomo, fue la del perdón.

  • Sanemos el resentimiento con la Palabra de Dios, como lo indicó Jesús

Existe un solo camino para sanar las heridas causadas por el resentimiento, y es el indicado por Jesús.

No podemos acabar con las injusticias que se cometen contra nosotros, ni en nuestros hogares ni en la sociedad.

Pero sí podemos recibir de Dios la gracia maravillosa de perdonar a los hombres sus ofensas.

¡No hay otro camino para alcanzar la sanación profunda de esta enfermedad¡

Humanamente no tenemos la capacidad de perdonar, más en situaciones de gran sufrimiento y amargura de alma;

Sin embargo, la gracia de Dios es algo que supera nuestra limitación, y en eso, podemos descansar y encontrar la paz que tanto necesitamos.

Las heridas sanarán solo en Jesús

¡No existe otra solución¡ La solución de Dios es Jesús, y esta es una solución muy simple, profunda y radical.

  1. Sanemos el resentimiento con la Palabra de Dios ¿Cómo?

El concejo de la Palabra, es que debemos perdonar a todos los hombres las ofensas cometidas contra nosotros.

Pero la gran pregunta es ¿Cómo perdonar? Cómo podemos hacerlo?

Sabemos que Dios nos llama a tener una reacción diferente de la reacción humana y natural:

Nuestra reacción natural es defendernos y vengarnos, pero Dios nos manda a perdonar y amar al ofensor.

El Señor Jesús nos enseña a perdonar a todos los hombres sus ofensas. Él mismo nos dio el ejemplo:

  • El ejemplo del Señor Jesucristo:

Y cuando llegaron al lugar llamado de la Calavera, le crucificaron allí, y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda.

Y Jesús decía: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen. Y repartieron entre sí sus vestidos, echando suertes. Lucas 23:33–34

Para nosotros hacer eso que hizo el Señor, es imposible en nuestra condición natural.

Pedir perdón por los que nos hacen mal, ¡porque ellos no saben lo que hacen¡ es imposible que lo podamos sentir y decir¡!

Pero debemos saber que, en la muerte de Jesucristo fue crucificado nuestro viejo hombre, y el Señor ahora vive en nosotros por medio del Espíritu Santo.

Y es en esa acción sobrenatural de Dios en nosotros, es que ahora tenemos la capacidad de perdonar a nuestro agresor

  1. Sanemos el resentimiento con la Palabra de Dios ¡sigamos las instrucciones¡

Perdonar tiene que ser una acción concreta y definida, no puede ser una acción a medias, involucra la mente, el corazón, la voluntad

Pero la pregunta es ¿Cómo lograrlo en la práctica? ¿Qué pasos dar para vencer el rencor?

Las instrucciones del Señor son muy claras:

  • Debemos orar:

Es en oración que debemos disponer nuestra voluntad a perdonar, pidiendo al Señor que nos conceda el don del perdón y que haya paz en nuestro corazón.

Marcos 11:25 Y cuando estéis orando, perdonad, si tenéis algo contra alguno,

para que también vuestro Padre que está en los cielos os perdone a vosotros vuestras ofensas.

Debemos incursionar en nuestro corazón buscando el origen de nuestra amargura y resentimiento,

Luego que lo hayamos identificado, con valor, presentarlo delante del Señor y pedir que nos de la capacidad de perdonar

  • Debemos ser tolerantes:

Debemos aprender a tolerarnos y perdonarnos unos a otros.

Colosenses 3:13  soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros(E) si alguno tuviere queja contra otro.

De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros.(F)

 (BAD)  de modo que os toleréis unos a otros y os perdonéis si alguno tiene queja contra otro.

Así como el Señor os perdonó, perdonad también vosotros.

Sanemos el resentimiento con la Palabra de Dios

Y soportarnos unos a otros significa, convertirnos en ese soporte, en ese hombro que sostiene al que es más débil que nosotros.

  • Tenemos que perdonar todos los días.

Tal como nos lo dice la Palabra “Perdonar setenta veces siete” que no es otra cosa que, aprender a vivir perdonando.

Mateo 18:21-22  Entonces se le acercó Pedro y le dijo: Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete?

Jesús le dijo: No te digo hasta siete, sino aun hasta setenta veces siete.(I)

El perdón debe convertirse en una necesidad de nuestra alma para poder vivir una vida cristiana llena de paz y gozo

  1. Sanemos el resentimiento con la Palabra de Dios ¡El ejemplo de José¡

Veamos el ejemplo de José, hijo de Jacob y Raquel, de quien sus hermanos sentían celos porque era el preferido del padre.

Cuando los hermanos tuvieron la oportunidad de vengar sus celos, arrojaron a José a un pozo, y finalmente lo vendieron a un grupo de comerciantes ismaelitas.

José lloraba y rogaba: «Por favor, no hagan esta maldad contra mí» pero sus hermanos, insensibles, lo vendieron como esclavo.

¿Qué pasó con los sentimientos de José?

  • ¡Por cuántos sufrimientos e injusticias pasó José!

Tuvo que soportar la maldad de sus hermanos, vivir la calumnia de la esposa de Potifar, su señor, y sufrir las consecuencias de integridad, yendo a parar a la cárcel.

José tenía todas las condiciones como para convertirse en:

> Una persona amargada,

> Lleno de odio y resentimiento contra sus hermanos, contra la esposa de Potifar, y finalmente contra Dios.

> José pudo pensar «Yo fui fiel a Dios, no pequé. ¿Cómo permitió Dios que la mentira y la calumnia       prevaleciesen y yo fuera a prisión?»

> Pudo ser un hombre resentido con Dios, con su familia y con el mundo.

Sin embargo, no fue así. José tuvo otra actitud.

  • Sanemos el resentimiento con la Palabra de Dios y la actitud correcta.

La actitud de José es admirable, porque más allá del dolor de la traición y el abandono, pudo mantener sus ojos puestos en Dios.

José conocía la solución a todo el sufrimiento y resentimiento que albergaba en su corazón, y esa solución la aplicó cada día a su vida.

Sabemos que José no había aprendido el Padre nuestro, pero sí había aprendido a caminar con Dios.

A lo largo del relato bíblico, leemos, vez tras vez, que Dios estaba con José

Y la muestra de ellos es, que después de trece años de injusticias, sufrimientos, dolores y soledad, José llegó a ser gobernador de todo Egipto.

Veinte años después de esta nueva etapa en la vida de José, se dio la oportunidad de vengarse de sus hermanos.

Cuando José pudo estar frente a frente, a aquellos que tanto daño le habían causado, todos sus sentimientos de dolor afloraron

Sanemos el resentimiento con la Palabra de Dios y perdonemos

Y el texto bíblico (Génesis 43) dice: «Entonces se dio a llorar a gritos… Y José  dijo toda la verdad a sus hermanos:

  • El perdón también implica ¡llorar en lo secreto!

Génesis 43:29-30  Y alzando José sus ojos vio a Benjamín su hermano, hijo de su madre, y dijo:

¿Es éste vuestro hermano menor, de quien me hablasteis? Y dijo: Dios tenga misericordia de ti, hijo mío.

 Entonces José se apresuró, porque se conmovieron sus entrañas a causa de su hermano, y buscó dónde llorar; y entró en su cámara, y lloró allí.

Tan grande puede llegar a ser nuestro dolor, que será imposible mantenernos firmes delante de aquellos que nos han causado tanto daño

Entonces, nos es lícito llorar en lo secreto! Desnudar nuestra alma con todo su dolor, delante de nuestro Dios

Y luego de ese llanto, tomar nuevas fuerzas, para seguir en nuestro propósito santo de ¡Perdonar a nuestros agresores¡

  • El perdón también implica algunas veces ¡llorar a gritos¡

Génesis 45:2-3  Entonces se dio a llorar a gritos; y oyeron los egipcios, y oyó también la casa de Faraón.

Y dijo José a sus hermanos: Yo soy José; ¿vive aún mi padre? Y sus hermanos no pudieron responderle, porque estaban turbados delante de él.

Tanto daño vivido, probablemente no será aliviado con solo llorar en lo secreto, donde nadie se entera de mi dolor y mi lucha

Algunas veces, ese sufrimiento nos llevará a ¡llorar a gritos¡ de suerte tal que “oigan todos los egipcios, hasta la casa del Faraón”

Y entonces todo el mundo inconverso, sabrá de nuestro sufrimiento, pero no importa¡ es parte del proceso de sanidad.

  • Sanemos el resentimiento con la Palabra de Dios ¡No nos alejemos¡

Debemos tener la plena conciencia, que el perdón acerca y el odio aleja.

Génesis 45:4  Entonces dijo José a sus hermanos: Acercaos ahora a mí. Y ellos se acercaron.

 Y él dijo: Yo soy José vuestro hermano, el que vendisteis para Egipto.

Cuando nos rendimos al Señor y nos sometemos a su Voluntad, entonces cedemos al perdón, y con ello, restauramos nuestras relaciones

No olvidemos que, quienes más daño nos hacen, son nuestros seres amados, así que, con el perdón, nos acercamos nuevamente, a aquellos que más amamos.

Aun cuando ha habido momentos, que esos amados, en su momento han sido nuestros mayores agresores.

  • Sanemos el resentimiento con la Palabra de Dios y tengamos consuelo

El consuelo lo podemos encontrar cuando descubrimos que todo cuanto vivimos  está en la soberanía de Dios.

Génesis 45:5  Ahora, pues, no os entristezcáis, ni os pese de haberme vendido acá;

porque para preservación de vida me envió Dios delante de vosotros.

Nada de lo que los hijos de Dios vivimos tiene despropósito. Todo, por difícil que sea, siempre nos ha de conducir a bien.

  • Cuando Dios te presente la oportunidad de perdonar !perdona¡

José vivió la oportunidad de vengarse de sus hermanos, pero no lo hizo, solo les comunicó perdón y amor.

Sanemos el resentimiento con la Palabra de Dios

Cuando Dios le dio a José la oportunidad de perdonar, él la aprovechó, y entonces solo  abrazó y lloró con sus hermanos, expresándoles amor, perdón y reconciliación.

Génesis 45:14-15  Y se echó sobre el cuello de Benjamín su hermano, y lloró; y también Benjamín lloró sobre su cuello.

Y besó a todos sus hermanos, y lloró sobre ellos; y después sus hermanos hablaron con él.

En ningún momento José aprovecho la ocasión para acusar, todo lo contrario; él mismo ayudó a aliviar el peso que ellos sentían, diciéndoles:

«Fue el soberano Dios, no ustedes, el que me envió aquí» y con este reconocimiento José quito su resentimiento y alivio la culpa de sus hermanos

De manera que, teniendo José el poder para matar a sus agresores, no se vengó de ellos; no los acusó, ¡los perdono¡

Que el Señor nos ayude, a poder hacer así, nosotros también¡!

Conclusión:

Si dices: «No puedo perdonar; ¡lo que me hicieron es demasiado fuerte!», Jesús no te condena, no te rechaza, no te acusa. Ni siquiera te obliga a perdonar.

Jesús te ayuda a perdonar. Te dice: «Lo lograremos juntos tú y yo».

Cuando decimos: «No puedo perdonar», al Señor le agrada nuestra sinceridad, y te dice: «Yo te comprendo».

Solo Jesús nos puede entender, porque Él fue herido y despreciado en nuestro lugar!¡

Cada vez que alguien nos trata injustamente, o nos lastima, o nos menosprecia; es a Jesús a quien se hiere,

porque Él llevó nuestras heridas y todos nuestros dolores. Él se hizo uno con nosotros. Nos dijo: «Yo no vine para condenar, sino para salvar».

Nuestro Señor fue escarnecido, insultado, escupido, robado, golpeado, empobrecido juntamente con cada uno de nosotros.

Y finalmente fue asesinado. Experimentó todos los dolores y heridas en su cuerpo.

Aquel que se hizo uno contigo, ahora está muy cerca de ti. Él te quiere abrazar, besar. Quiere ser uno contigo para ayudarte a perdonar.[1]

 

 

[1] De Griffioen, V. H. (2010). PRÓLOGO A LA VERSIÓN AMPLIADA. En Sanos por la Palabra (pp. 55–69). Buenos Aires, Argentina: Editorial Logos.