Vanidad De Vanidades, Será Que ¿Todo Es Vanidad? ¿Cómo podemos comprender esta Verdad bíblica?

Ante la complejidad de la vida y sus dificultades, muchas veces nosotros sentimos la misma frustración que expresa el Predicador de Eclesiastés,

Y sentimos que no vale la pena luchar y esforzarnos, pues todo seguirá igual; que no vale la pena que nos esforcemos, pues nada cambiará.

Pero preguntémonos ¿Será que podemos caer en tal nivel de desesperanza? ¿Es esto lo que las Escrituras nos dicen?

Texto de referencia:

Eclesiastés 1:1-3   Palabras del Predicador, hijo de David, rey en Jerusalén.

Vanidad de vanidades, dijo el Predicador; vanidad de vanidades, todo es vanidad.

¿Qué provecho tiene el hombre de todo su trabajo con que se afana debajo del sol?

Estas palabras son pronunciadas por alguien que sabe de la vida, por una persona que vivió mucho y experimento todo cuanto estuvo a su alcance.

El Predicador, que escribió estas palabras, forma parte de la sociedad del más alto rango, pues es descendiente de David y es rey.

Su posición privilegiada le ha permitido degustar de todo y evaluar sus resultados, y desde su experiencia, declara que todo es efímero, pasajero, sin valor, (v. 2).

Y dice, que de nada sirve el esfuerzo (v. 3). No importa cuán duro trabajemos, nadie en todo el mundo podrá cambiar nada.

El Predicador extiende su experiencia personal compartiéndola con nosotros, y hace una declaración de valor universal.

  1. Vanidad de vanidades ¡Todo es vanidad¡

La experiencia del Predicador llega a ser muy parecida a la nuestra. Al igual que él, nosotros hoy también nos expresamos así en muchas ocasiones

Pues a pesar de nuestros esfuerzos por el amor, la paz y el bienestar, sigue habiendo odio, guerra, miseria y marginación social.

Y toda esa realidad dolorosa, nos frustra, nos hace sentir impotentes, y estamos tentados a decirnos ¡nada cambia! ¡No vale la pena esforzarse!

¡No vale la pena tanto esfuerzo¡ pues como ocurre en la naturaleza, así ocurre en el hombre también.

  • La condición del hombre:

Eclesiastés 1:4-8  Generación va, y generación viene; mas la tierra siempre permanece.

 Sale el sol, y se pone el sol, y se apresura a volver al lugar de donde se levanta.

El viento tira hacia el sur, y rodea al norte; va girando de continuo, y a sus giros vuelve el viento de nuevo.

Los ríos todos van al mar, y el mar no se llena; al lugar de donde los ríos vinieron, allí vuelven para correr de nuevo.

Todas las cosas son fatigosas más de lo que el hombre puede expresar; nunca se sacia el ojo de ver, ni el oído de oír.

Para el Predicador, lo que observamos en la naturaleza simboliza la condición del hombre. Vemos como el mundo, el sol, el viento y las aguas sufren constante transformación en un ciclo y que en ello, requiere gran esfuerzo

Pero a la vez, todo ese proceso constante de la naturaleza es monótono, sin ningún logro final.

Vanidad de vanidades, todo es vanidad

De manera que para el Predicador, lo que ocurre con el ciclo natural, simboliza el fracaso del hombre a pesar de sus esfuerzos de conseguir algo en la vida.

Como ocurre en la naturaleza, lo experimentan los seres humanos constantemente, pues se repiten las luchas y transformaciones de la vida, pero nadie es capaz de explicarlas.

  1. Vanidad de vanidades ¡La experiencia del Predicador y la nuestra¡

Como le ocurría al Predicador en esta primera reflexión, nosotros también podemos caer en el error de pensar que formamos parte de un ciclo repetitivo imposible de romper

Y, por lo tanto, caer en el error de pensar, que estamos a merced del destino por lo que no vale la pena esforzarse y luchar.

Creer que No vale la pena, pues se olvidarán de ti, y tu memoria no permanecerá.

Eclesiastés 1:9-11  ¿Qué es lo que fue? Lo mismo que será. ¿Qué es lo que ha sido hecho?

Lo mismo que se hará; y nada hay nuevo debajo del sol.

¿Hay algo de que se puede decir: He aquí esto es nuevo? Ya fue en los siglos que nos han precedido.

No hay memoria de lo que precedió, ni tampoco de lo que sucederá habrá memoria en los que serán después.

 Además, según el Predicador, aunque te esfuerces en hacer algo que merezca la pena, se olvidarán de ello. Nadie te lo agradecerá ni se acordará de ti (v. 11).

En último extremo, no habrás hecho nada nuevo. Tu esfuerzo es en vano. A ti te parece nuevo, pero eso ya antes lo hizo alguien, sólo que nos olvidamos de ello (vv. 9, 10).

  • El orgullos del hombre:

El Predicador usa el resorte del orgullo personal, tocando la fibra más íntima: no habrá memoria de ello.

Si miramos a la historia, son contadas las personas y los hechos que se recogen si tenemos en cuenta los miles y millones de personas que han pasado por este mundo

Y si consideramos las muchas y diversas circunstancias que han ido forjando ese pasado histórico.

Evidentemente, quizás pasamos inadvertidos, pero esto no debe llevarnos a pensar que no vale la pena trabajar duro y esforzarse en este mundo.

Pero, cuando vemos que nuestros pequeños logros de cada día no transforman la realidad circundante, como el Predicador, sentimos frustración.

  1. Vanidad de vanidades es la vida sin Cristo.

Ciertamente sería fácil hacer nuestra la frustración del Predicador si no fuera por la experiencia de la vida en Cristo.

Esta primera reflexión del Predicador es una muestra de lo que no debe ser la actitud del cristiano frente a la vida.

Aún, y a pesar de que a veces estamos tentados a decir «no vale la pena», no debemos ceder a la tentación

Pues el mundo es la suma de pequeñas y grandes acciones y no importa cuán pequeño sea nuestro esfuerzo en el contexto del mundo y del universo,

Vanidad de vanidades, todo es vanidad

Todo aquello que hacemos tiene, no sólo consecuencias directas en nuestra realidad inmediata,

Sino también, consecuencias más allá de lo que podemos objetivamente medir y pesar.

Como cristianos, nuestras acciones todas redundan en la presencia y expansión del Reino de los cielos, aquí en la tierra.

Si desea profundizar un poco más sobre una vida cristiana satisfactoria, por favor visite ¿Cómo Andar Sabiamente Y No Como Necios?

Fuente consultada:

Adaptado de Comentario Bíblico Mundo Hispano, pág. 255 – 256 .