¡Señor Mío Y Dios Mío¡ esta es la expresión de una fe restaurada, cuando hemos luchado contra la incredulidad y ha vencido la fe

Y es ese el testimonio que encontramos en Tomas, que al negar lo que sus ojos no han visto, solo confiesa su dolor en medio de la tristeza y manifiesta una fe quebrantada

¿Por qué sucedió eso? Porque los discípulos no habían creído en la resurrección de Cristo, le habían escuchado pero no le habían creído.

Y a esa falta de fe, se debe sus temores, su dolor de pensar que aquello era tan bueno pero que no duro mucho tiempo o que  no sucedió lo que ellos esperaban,

Pero en contraposición a esa desesperanza, encontramos la expresión de Tomas que nos permite contemplar la manifestación de una fe restaurada, “Señor mío, y Dios mío”

Si usted desea profundizar un poco más sobre la lucha con la incredulidad, por favor visite De La Fe A La Incredulidad Y De La Incredulidad A La Fe

¡Señor mío y Dios mío¡ La expresión de una fe restaurada.

El nombre de Tomás viene de la palabra aramea que significa “gemelo,” y su equivalente griego es Dídimos.

Y hablar de Tomas es hablar de la convicción venciendo sobre la duda,  de la fe sobreponiéndose sobre la incredulidad y del ánimo levantándose sobre el desanimo.

Texto de referencia:

Juan 20:27-28  Luego dijo a Tomás: Pon aquí tu dedo, y mira mis manos; y acerca tu mano, y métela en mi costado;

Y no seas incrédulo, sino creyente.

Entonces Tomás respondió y le dijo: ¡Señor mío, y Dios mío!

Este fue un momento determinante para la fe de Tomás, que no había tenido la oportunidad de encontrarse con los doce, cuando el Señor les visitó.

Y no haberse encontrado reunido con los discípulos nos deja ver la importancia de congregarnos.

  1. La importancia de congregarnos como iglesia el día domingo.

Cuando nos congregamos, cumpliendo con el cuarto mandamiento de la Ley, somos bendecidos, porque Cristo trae paz y gozo a los creyentes.

Juan 20:19 Cuando llegó la noche de aquel mismo día, el primero de la semana,

Estando las puertas cerradas en el lugar donde los discípulos estaban reunidos por miedo de los judíos,

Vino Jesús, y puesto en medio, les dijo: Paz a vosotros.

Al llegar la noche con la oscuridad, suele pasar que nos llenamos de temor y dudada, desesperándonos y debilitando nuestra fe,

Pero es en esos momentos de oscuridad, cuando el Señor se hace presente a nuestra vida, y lo hace en medio de la congregación de los santos

Con el propósito de ayudarnos a disipar nuestras dudas, trayendo paz y gozo al corazón, restaurando la confianza y renovando nuestra fe,

Es por ello, que el Señor se presento a sus discípulos “el primer día de la semana” que es domingo,

¿Para qué? Para presentarse delante de todos sus discípulos que “estaban reunidos” y con las puertas cerradas, denotando el temor que les invadía.

Pero al mismo tiempo, que el Señor se presentara mientras las puertas estaban cerradas, es un mensaje del poder de Cristo.

  • El mensaje de Cristo:

Juan 20:20 Y cuando les hubo dicho esto, les mostró las manos y el costado. Y los discípulos se regocijaron viendo al Señor.

Cuando Cristo llega a nuestras vidas y se presenta delante de su iglesia, siempre nos deja ver el mensaje maravilloso del Evangelio

¿Cuál mensaje? Que Cristo venció a la muerte, que Él resucito de modo que ya hay paz entre el cielo y la tierra, entre Dios y sus redimidos.

Y por tanto, ya no hay de que temer, Cristo ha vencido a todos nuestros enemigos y con esa victoria garantiza vida eterna para todos los que en Él creemos.

Apocalipsis 1:12-13 Y me volví para ver la voz que hablaba conmigo; y vuelto, vi siete candeleros de oro,

Y en medio de los siete candeleros, a uno semejante al Hijo del Hombre,(J) 

Vestido de una ropa que llegaba hasta los pies, y ceñido por el pecho con un cinto de oro.

Nuestro Cristo victorioso se mueve en medio de su iglesia, Él es el Señor, fundamento de nuestra fe, el único camino al cielo.

  • La bendición de congregarnos:

Cuando el Señor se presentó a sus discípulos, Tomas no se encontraba, no se congrego ese día domingo ¿Por qué? Tenía pensamientos de incredulidad.

Juan 20:24 Pero Tomás, uno de los doce, llamado Dídimo, no estaba con ellos cuando Jesús vino.

Tomas no encontraba reunido con los doce, porque tenía tristeza, y una fe herida lo que le limitó la maravillosa oportunidad de congregarse

Y cuando Cristo se presentó en medio de la iglesia congregada ¡Tomas no estaba¡ y al estar ausente ¡No recibió la bendición que es derramada por el Espíritu Santo en la congregación de los santos.

¿Cuál bendición? La paz que Cristo entrega a todos aquellos que llama, por eso, al entrar con sus discípulos, Él les saluda diciendo ¡Paz a vosotros¡

Y no solo esa paz que Cristo pone entre el Padre y sus escogidos, donde ya no hay enemistad y la Ira de Dios ya no está sobre nosotros,

Sino también, Cristo trae a su iglesia esa paz que sobre pasa todo entendimiento y que proviene de ver la vida y al mundo, con los ojos de Cristo

Y esa maravillosa bendición se obtiene solamente ¡En la congregación de los santos¡

  1. ¡Señor mío y Dios mío¡ Una confesión de incredulidad en medio del dolor.

Juan 20:25 Le dijeron, pues, los otros discípulos: Al Señor hemos visto. El les dijo:

Si no viere  en sus manos la señal de los clavos, y metiere mi dedo en el lugar de los clavos,

Y metiere mi mano en su costado, no creeré.

Los que se congregaron ese primer día de la semana ¡Vieron al Señor¡ y lo mismo es hoy, que al estar reunidos el día domingo, vemos al Señor a través de las Escrituras.

Y en ese día hermoso, día del Señor, que somos mandados a guardar y defender ante tantos afanes que se imponen para quitarnos la bendición

Es un día de reposo, porque el Señor llena nuestro corazón, consuela nuestra alma, nos envía su Palabra para dar sabiduría y discernimiento, renovando nuestra mente.

Entonces, tengamos mucho cuidado con lo que hablamos, porque un corazón lleno de dolor, en medio de muchas aflicciones, puede llegar a decir muchas cosas,

Porque al igual que Tomas, nuestras circunstancias, ver la realidad con nuestros ojos naturales, puede hacer que el corazón se nos llene de incredulidad.

Por tanto, no juzguemos a Tomas con tanta dureza, pues el problema de la incredulidad llega a ser de todos los creyentes, en algún momento de nuestro peregrinaje

Pues aún los once discípulos que si se habían congregado ¡Dudaron¡

  • ¿Hemos dudado de la Palabra del Señor?

Todos los discípulos dudaron acerca de la resurrección del Señor. ¿Y tú has dudado alguna vez?

Marcos 16:11 Ellos, cuando oyeron que vivía, y que había sido visto por ella, no lo creyeron

Recordemos, que las primeras en corroborar la resurrección del Señor, fueron las mujeres, quienes dieron aviso a los doce.

Pero ellos ¡No creyeron¡ también la fe de los doce se había debilitados y no habían comprendido lo que era la verdadero victoria del Señor.

Marcos 16:14 Finalmente se apareció a los once mismos, estando ellos sentados a la mesa,

Y les reprochó su incredulidad y dureza de corazón,

Porque no habían creído a los que le habían visto resucitado.

Este hecho nos confirma que la incredulidad es un problema de todos los hombres, en algún momento de la vida. Veamos la incredulidad de Juan:

Juan 20:8-9 Entonces entró también el otro discípulo, que había venido primero al sepulcro; y vio, y creyó.

Porque aún no habían entendido la Escritura, que era necesario que él resucitase de los muertos.

Quiere decir, que mucha de nuestra incredulidad nace “porque aún no hemos entendido las Escrituras

Cuán importante es entonces el congregarnos, de manera que escuchemos la Palabra y seamos enseñados por aquellos a quienes el Señor destino para esa tarea.

  • Causas de la incredulidad:

Juan 20:9 Porque aún no habían entendido la Escritura, que era necesario que él resucitase de los muertos.

Todos los discípulos eran judíos y como tales, habían estudiado la Ley, conocían la profecía, esperaban al Mesías. Y entonces ¿Por qué dudaron?

Porque al igual que ellos, muchos leemos la Escritura, pero no meditamos en ella, no escudriñamos con el propósito de conocer la Persona y obra de Jesucristo

En el caso de los discípulos, ellos no habían entendido, no comprendían y por tanto ¡Ignoraban¡ que “Jesús tenía que resucitar”

Pasando de la tempestad a la calma

Y este es el gran problema de los creyentes ¡Ignoramos lo que dicen las Escrituras¡ y dejamos de lado los tres elementos de la fe verdadera:

La Noticia,

Conocer lo que dice la Escritura, entender que en ella está expresa la Voluntad de Dios para toda su creación

El  Consentimiento

Estar de acuerdo con todo lo que la Escritura dice, entender que esa es la única Verdad

Y la entrega.

No basta con conocer lo que la Escritura dice, estar de acuerdo que ¡Así es¡ sino que además, necesitamos comprometernos con la Verdad de Dios

Y solamente así podremos tener una fe que nos sostenga en esos momentos que nos invade la duda y el desconcierto.

  • ¡Señor mío y Dios mío¡ ¿Crees tú en la resurrección de Cristo?

1 Corintios 15:17-19 y si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana; aún estáis en vuestros pecados.

Entonces también los que durmieron en Cristo perecieron.

Si en esta vida solamente esperamos en Cristo, somos los más dignos de conmiseración de todos los hombres.

Si la esperanza que los creyentes tenemos en Cristo fuera sólo para esta vida perecedera y temporal  ¡Seríamos los más desdichados de todos los mortales¡

¿Por qué? Porque Cristo vivió, existió, vino a este mundo a morar entre viles pecadores y se escribió todo un Libro en honor a Su Nombre

¡Para algo mucho más allá de lo temporal y efímero¡  porque las Escrituras no son una historia pasada, no son un simple testimonio de un maravilloso hombre

1 Corintios 15:20-21 Mas ahora Cristo ha resucitado de los muertos; primicias de los que durmieron es hecho.  

Porque por cuanto la muerte entró por un hombre, también por un hombre la resurrección de los muertos. 

Sino que las Escrituras nos hablan de la victoria más grande y maravillosa de todos los tiempos: Cristo venciendo a la muerte, a Satanás y al mundo de pecado

Y con esa gran victoria, ahora todos los hombres que hemos creído, tenemos la promesa de Vida y Resurrección, nuestra esperanza eterna, imperecedera.

  1. ¡Señor mío y Dios mío¡ el que sostiene nuestra fe.

Cristo restaura la fe de sus discípulos, y por medio del amor y la paciencia de Cristo se confirma la fe de un discípulo escéptico,

Juan 20:26 Ocho días después, estaban otra vez sus discípulos dentro, y con ellos Tomás.

Llegó Jesús, estando las puertas cerradas, y se puso en medio y les dijo: Paz a vosotros.

El Señor volvió a presentarse a todos sus discípulos ¡Ocho días después¡ de aquella primera en la cual, no se encontraba Tomas

Y toda esa semana fue de tremenda depresión espiritual para Tomas porque aún la duda le atormentaba

¿Cuánto tiempo llevamos nosotros en depresión? ¿Cuánto tiempo seguiremos esperando a que el Señor nos de las pruebas que desvanezcan nuestra incredulidad?

Sepamos que, no importa cuánto tiempo nos tome reconocer la Verdad del Señor, porque llegará ese día en que Él abrirá nuestros ojos y entendimiento

Más aún, sepamos que Cristo se hace presente no importando que las puertas estén bien cerradas, ¡Porque Él es Dios soberano en toda la creación¡

Y cuando Cristo se presente a nosotros, también se ubicará en el lugar que a Él le corresponde ¡En el centro de nuestra vida¡

Y de manera maravillosa e indescriptible, ese gran día en el que el Señor llegue a nuestro corazón, también traerá paz a nuestras almas agobiadas por la duda y el temor.

¡Ese es el maravilloso poder de Dios¡

  • El Señor nos conoce .

El Señor sabe nuestros pensamientos de duda, sabe lo que dijimos en ese momento de aflicción y tormento

Juan 20:27 Luego dijo a Tomás: Pon aquí tu dedo, y mira mis manos;      y acerca tu mano,       y métela en mi costado;

Y no seas incrédulo,   sino creyente.

Recordemos que Dios es Dios por sobre todas las cosas, y tiene maravillosos atributos que superan por mucho, nuestra humanidad limitada y pecaminosa

Es así como debemos reconocer a un Dios Omnipresente, que está en todas partes y al mismo tiempo,

De modo que Cristo estuvo allí, justo en ese momento que hablamos mal, que dudamos e incluso, que pudimos haber blasfemado

Pero también recordemos que el Señor es un Dios lleno de gracia y misericordia, que se mueve en compasión hacia su iglesia,

Por tanto, Cristo restaura nuestra fe dolida, y lo mismo que  dijo Tomas, eso mismo le dice Cristo ¡Para que no quede duda en el corazón incrédulo¡

Y así como lo hizo con Tomas, así también lo hace con nosotros porque esa es la compasión del Señor hacia los suyos.

Pero no nos confundamos creyendo que Cristo nos confronta de manera destructiva o humillante, sino que esa confrontación es amorosa, llena de compasión hacia Tomas.

¿Qué dijimos en medio de nuestra tribulación?  ¿Que Dios no es bueno, que no es todopoderosos, que no es fiel, que te abandono, que prometió y no cumplió?

No importa que es lo que hayamos dicho, sentido o pensado, porque cualquier cosa que haya sido, sepamos que contamos con la maravillosa compasión del Señor sobre nosotros sus hijos.

  1. Señor mío y Dios mío ¡Una confesión de fe¡

Juan 20:28 Entonces Tomás respondió y le dijo: ¡Señor mío, y Dios mío!

El signo de admiración en la exclamación de Tomas indica que la oración expresa satisfacción, sorpresa, asombro, alegría, súplica, deseo, gusto, extrañeza, etc.

De manera que Tomas, al exclamar ¡Señor mío y Dios mío¡ se encuentra haciendo una confesión acerca de la naturaleza de Jesús:

Tomas reconoce que Jesús es amo y dueño de su vida, que a Jesucristo le pertenece todo y que Él manda, sobre todo,

Por tanto, Tomas le dice al Señor ¡Yo soy tuyo, te pertenezco y Tú puedes hacer conmigo lo que Tú quieres,

Y esta maravillosa confesión del discípulo incrédulo, no es más que la expresión de una fe restaurada en el amor del Señor

  • ¿Qué significa Señor mío y Dios mío?

Cuando decimos que Jesucristo es nuestro Señor, estamos aceptando Su Voluntad revelada en las Escrituras

Y eso significa que estamos dispuestos a vivir según estándar establecido por la Biblia, anhelando la santidad de Dios y esforzándonos por agradarle solo a Él

  • ¿Cómo vive el creyente cuando Cristo es Señor mío y Dios mío?

Romanos 14:7-8 (BLS)  Nuestra vida y nuestra muerte ya no son nuestras, sino que son de Dios.

Pues si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así pues, sea que vivamos, o que muramos, del Señor somos.

Cuando Cristo es el Señor y Dios de nuestra vida, entonces ya no escatimamos nuestra propia vida ni le tememos a la muerte

¿Por qué? Porque si vivimos en este mundo o no, igual ¡Le pertenecemos al Señor¡ y si morimos no importa, pues viviremos eternamente con Él ¡Le pertenecemos a Él¡

Y tener esa convicción significa que nuestro tiempo, nuestros recursos,  nuestros planes, nuestra amada familia ¡Todo le pertenece al Señor¡

De modo que solo podemos decir ¿Qué quieres de mi Señor? ¿Cómo administro todo lo que Tú me has dado para que te glorifique solo a Ti?

Y poco a poco vamos aprendiendo a ver muchas oportunidades para rendir nuestra vida al Señor, huyendo del egoísmo y la vanagloria.

  • La identidad de Cristo nos lleva a adorarle.

Esta exclamación de Tomas ¡Señor mío y Dios mío¡ es una de las más grandes confesiones Cristológicas, que describen plenamente Quién es Cristo para nosotros.

De modo que, cuando un Tomas dice “Señor mío y Dios mío” está dando a Jesucristo la Adoración que por incredulidad, le hemos negado anteriormente.

Y esto nos recuerda que ¡Solo Dios es digno de adoración¡

Romanos 11:36 Porque de él, y por él, y para él, son todas las cosas. A él sea la gloria por los siglos. Amén.

No hay Adoración sin un reconocimiento interno guiado por el Espíritu Santo que Cristo es el Señor, que Él es mi Dios.

Y esa declaración involucra todo nuestro ser, de allí el peligro de separar la vida piadosa de la vida cotidiana,

Es decir, que todo lo que proclamamos un día domingo, día del Señor, se encuentre separado del resto de nuestra vida.

Entonces, ese mismo creyente que se rinde delante del Señor, también es el mismo esposo, trabajador, estudiante, vecino, hijo, que da testimonio de vida, de que Cristo es su Dios y Señor

Además, debemos saber que la adoración es eterna, y para eso se nos prepara en cada culto y oportunidad de vida,

Porque el fin último de todo ser humano es ¡La adoración¡ para eso fuimos creados.

  1. Exigencias del reino de Dios: “Señor mío y Dios mío”

Decir ¡Señor mío y Dios mío¡ tiene sus propias exigencias para la vida de un creyente genuino,

Y por cada una de esas demandas, se debe luchar día a día, reconociendo que la presencia del Señor está con nosotros y el poder del Espíritu nos sostiene e impulsa.

  • Congregarse,

Señor mío y Dios mío debe ser una expresión que nos lleve a la acción, que  no solo nos mantenga en recuerdos

Sino que nos sostenga en una fe presente, en un esfuerzo constante por vivir agradando solo a Dios, creciendo constantemente en el conocimiento de Cristo,

Y eso significa que debemos dejar todo aquello que no abona, moviéndonos a una entrega voluntaria y gozosa a Cristo y su obra.

Pero para lograr ese cometido, es necesario ¡Congregarnos¡ porque solamente en la comunión de los santos encontramos la fortaleza para perseverar en la fe.

  • Rendición y continua lucha,

Si decimos que Cristo es ¡Señor mío y Dios mío¡ entonces no podemos dejar de hacerle lucha al pecado que nos acecha

De manera que podamos rendir esas áreas rebeldes, susceptibles todavía a las tentaciones,

Y para ello, necesitamos reconocer en oración, el señorío Cristo y pedir que podamos vivir y progresar en la santidad,

Entendiendo que todo lo que hacemos, lo que pensamos, lo que vemos debe encontrarse sometido al Señorío de Cristo,

De modo que la satisfacción mayor de un cristiano siempre será agradar a Dios y no agradarse a sí mismo, y mucho menos al mundo.

Y todo ello significa una constante rendición de nuestra naturaleza caída, una lucha incesante contra el pecado.

  1. ¡Señor mío y Dios mío¡ Bienaventurados los que no vieron y creyeron.

Juan 20:29 Jesús le dijo:

Porque me has visto, Tomás, creíste; bienaventurados los que no vieron, y creyeron.

Esos privilegiados somos nosotros, todos aquellos que hemos creído en Cristo, luego que Él cumpliera con su ministerio terrenal

Pero entendamos que esa capacidad de creer sin haber visto solo es posible por la acción del Espíritu Santo que nos permitió acercarnos a Cristo.

1 Pedro 1:8 a quien amáis sin haberle visto, en quien creyendo, aunque ahora no lo veáis, os alegráis con gozo inefable y glorioso;

Hay personas en todas las naciones y en todos los tiempos capaces de ver a Jesús con los ojos de la fe. Pues con los ojos físicos ¡Jamás le hemos visto¡

Sin embargo, esta manera de ver a Jesús es posible solamente porque Él no es simplemente alguien que vivió y murió y que ahora es un simple protagonista de un libro;

Sino que tenemos la convicción que Cristo es Alguien que vivió, murió,  resucitó y que vive para siempre.

Y Si la mirada de fe permanece, día llegará en que le veamos cara a cara, y Le conozcamos como Él nos conoce. [1]

Señor mío y Dios mío. Una fe Restaurada

Pero jamás olvidemos que esa fe no es nuestra, sino una obra de gracia de Cristo hacia todos aquellos que formamos su maravillosa iglesia.

Por tanto, con plena convicción y un serio compromiso demos esa declaración cristológica maravillosa ¡Señor mío y Dios mío¡

Conclusión.

Tomas pasó una semana de incredulidad, duda, confusión, pero Cristo confirmo la fe en Tomas, por medio de una amorosa confrontación,

Y gracias a esa obra restauradora de nuestro buen Cristo, es que Tomas y nosotros también, podemos decir ¡Señor mío y Dios mío¡

De modo que podemos pasar de la duda terrible y del espantoso declive espiritual, a un proceso de restauración y fortalecimiento de nuestra fe

¿Qué tenemos que hacer?  Rendirse a Cristo con todo lo que somos y todo lo que tenemos, para luego confesar Señor mío y Dios mío.

Palabras significativas:

Dídimo: Gemelo.

Creyente: En Jua_20:27 el contexto demanda un sentido activo, ya que el Señor está reprochando a Tomás su falta de fe: «no seas incrédulo, sino creyente» (RVR, en lugar de la traducción de la RV: «sino fiel»).

Incrédulo: incrédulo, desconfiado, usado como nombre y traducido «infiel»

Señor mío y Dios mío: Señor Kurius, amo, SEÑOR, dueño, a Jesucristo le pertenece todo y que el manda sobre todo, “mio” una personalización, yo soy tuyo, yo te pertenesco, puedes hacer conmigo lo que tu quieres, esta es una expresión de fe. 1. Heb. adon; gr. kyrios. Estas palabras se traducen como «Señor». Aceptar su voluntad revelada en las Escrituras. lee, medita y  aprende las Escrituras.

 

[1] Comentario al NT Willian Barclay