Este es un estudio, basado en preguntas y respuestas, de la Epístola a los Efesios, capítulos 1 y 2, de manera que nos resulte útil para poder desarrollar discipulados en grupos de crecimiento, y sea una forma sencilla de comprender las grandezas de Dios.

Una forma sencilla para demostrar cuán grande amor de Dios para sus  hijos, para aquellos que Él ha llamado para formar su iglesia, y cuán admirados y agradecidos debemos estar, de tener tan grande privilegio de ser llamados hijos de Dios.

Este estudio, también es un llamado, para que todos los que formamos el pueblo de Dios aprendamos a discernir cuáles son las verdaderas bendiciones y promesas de Dios, y apartemos nuestros ojos de lo terrenal, para ponerlos en lo eterno y glorioso

Y de igual forma, vallamos creciendo en santidad, y con ello aprendamos que la verdadera gloria de Dios se manifiesta en vidas transformadas, en vidas nuevas, en vidas que dan testimonio de una fe viva y de un Dios Todopoderoso para sostenernos y sustentarnos en nuestro andar cristiano.

Efesios 1:18 alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos,

  • ¿A qué esperanza nos ha llamado Dios, según Efesios 1:18?

Para poder conocer esa esperanza gloriosa a la que hemos sido llamados, el apóstol Pablo primero ha orado para que podamos discernir quién es el que nos llama, para poder conocer quién es Dios e identificar quienes somos nosotros.

Efesios 1:17  para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de él,

El propósito de tener sabiduría es poder conocer a Dios en todos sus atributos: su justicia e ira santa, así como su amor, gracia y misericordia; su santidad y su soberanía, su eternidad y su omnipotencia. Saber que Él es el Gray Yo Soy.

“Es un error grave enfatizar la gracia de Dios por encima de su ira y su justicia, ya que, siendo Dios toda perfección, sus atributos actúan en uniformidad conforme a su santo carácter. 

La gracia no viola la justicia. Dios en todos los tiempos ha manifestado su gracia para con muchos, pero también ha derramado su ira para con otros”[1]

Este conocimiento no es posible obtenerlo por nuestros propios medios. El hombre natural, con un corazón endurecido y alejado de Dios, no puede accesar a tan grande conocimiento.

Necesitamos de la intervención de Dios, llamándonos, dándonos un corazón nuevo que pueda creer, y que el Espíritu Santo nos convenza de pecado y nos traiga a Cristo para ser salvos.

Con esta obra soberana de nuestro Dios Trino, podemos entrar al conocimiento de Él y comprender la esperanza a la que nos ha llamado: iremos creciendo en sabiduría, perfeccionándonos en santidad, pareciéndonos cada vez más a Cristo.

Iremos venciendo el dominio del pecado en nosotros, el propósito de nuestra vida ya no seremos nosotros mismos, sino la Gloria de Dios, y nuestra meta será perfeccionar nuestro carácter a imagen de Él.

Conoceremos el inmenso poder de nuestro Dios, de manera tal que habrá seguridad en nosotros, de sus promesas de salvación y vida eterna, y todas las bendiciones espirituales para sus hijos, obra de su gracia divina. Tendremos la certeza de nuestro llamado.

De manera entonces, que serán alumbrados los ojos de nuestro entendimiento y comprenderemos esa esperanza gloriosa a la que hemos sido llamados. Una esperanza que solo se obtiene en Él y que solo la gozan sus elegidos.

Seremos cada vez mejores padres, mejores hermanos, mejores hijos, mejores en todo, pues mientras más le conozcamos a Él, más le imitaremos, hasta que lleguemos al estado de glorificación, en el que seremos iguales a Él en santidad.

Y esta esperanza es segura porque “los creyentes no solo hemos sido objetos de la gracia de Dios, sino que esta obra de salvación y redención está firmemente asegurada por el poder de Dios, obrando en nosotros”[2]

No podemos menos que decir ¡gloriosa esperanza¡ que sostiene a los hijos de Dios, y que les llena de paz y de gozo ante toda adversidad y del amor de Dios para caminar en obediencia y llegar a otros, que es nuestra gran misión

  • ¿Cuál es la supereminente grandeza del poder de Dios para los que en Él creemos, según Efesios 1:19?

La superintendente grandeza del poder de Dios para los que hemos creído, es el poder que nos sostiene y nos sustenta en todo nuestro caminar cristiano. Es el poder que no nos deja caer ni abandonar,

Es el poder de Dios que sostiene todas las cosas, que sostiene a su creación, que mantiene las leyes naturales y físicas, es el mismo poder que nos sostiene a nosotros en fe y esperanza.

Es el poder que garantiza que nada, absolutamente nada, podrá impedir que sigamos en la gracia de Dios., tal como lo expresa el apóstol Pablo en Romanos 8:35-39.

Esa Verdad está garantizada no poder humano, ni por facultades y capacidades, sino que la garantía proviene del mismo Dios que nos creo, nos eligió, nos llamo, nos justifica y nos santifica. El mismo Dios que nos glorificará.

La frase <según la operación del poder de su fuerza> resalta todo el interés que tiene Dios en ofrecer una base segura paras bendiciones espirituales de sus hijos.

Su propósito de redención no será jamás debilitados por la acción del mal porque este plan está asegurado en la operación del poder de Dios, es decir, está firmemente establecido por el poder activo de Dios[3]

De manera entonces, que podemos descansar confiadamente en la grandeza y el poder de Dios, en su soberanía y su justicia. Podemos tener paz sabiendo que es Él quien nos sostiene.

  • ¿Por qué Pablo llama a Cristo cabeza de la Iglesia, y a esta su cuerpo, según Efesios 1:22-23?

Porque la muerte de Jesucristo fue por muchos, y esos muchos forman su pueblo elegido, la nación santa, los apartados para su gloria. Y a ese pueblo elegido le llamamos iglesia, cuya autoridad máxima es Cristo que la compro con su sangre.

De manera que debemos poder comprender el concepto de iglesia: “la iglesia de Cristo es la Asamblea de los creyentes que han sido redimidos <comprados> por Cristo y que le han reconocido como su Señor y Salvador”[4]

Esto nos lleva a la necesidad de discernir el actuar del Señor, pues Él no murió por un individual, sino por un colectivo. Él no vendrá por una persona en particular, Él vendrá por un pueblo. Por una iglesia purificada.

“Si bien es cierto que la salvación es un asunto personal entre el pecador y Cristo, también es cierto que el creyente ha sido insertado en el cuerpo glorioso de los salvados y a este cuerpo se le llama IGLESIA.

Todas las riquezas de la gracia de Dios solamente pueden disfrutarse en la comunión y vida de la Asamblea de Cristo”[5]

De manera entonces, que no podemos concebir un creyente en Cristo que no se congregue, pues eso significa que no ha comprendido lo que significa formar parte del cuerpo de Cristo. Veamos algunas razones básicas para el congregarnos:

Salmo 133:1 ¡Mirad cuán bueno y cuán delicioso es habitar los hermanos juntos en armonía!

  • Es en ese “habitar los hermanos juntosdonde Dios envía bendición y vida eterna. Es decir, que Él vendrá por su iglesia, no por creyentes aislados.
  • Solamente en la iglesia encontramos a pastores y maestros, ejerciendo su oficio de capacitar al cuerpo de Cristo 1 Timoteo 4:6-16; Tito 2:1
  • Es a su iglesia a quien el Señor dota de dones y talentos para la edificación y servicio de otros Efesios 4:7-13
  • A esta iglesia Cristo la llama como su novia, es decir Él la cuida y la protege de la misma forma como el buen esposo se sacrifica por su esposa Efesios 5:21-32[6]
  • Es por su iglesia que Cristo murió y a quien ha dado autoridad sobre su reino implantado aquí en la tierra.

De manera que la iglesia es un cuerpo de creyentes guiados, dirigidos, protegidos, sostenidos,  por su única autoridad: Cristo, quien es su cabeza.

  • ¿Por qué Pablo dice que estábamos muertos en nuestros delitos y pecados, en Efesios 2:1?

No podemos dejar de ver y aceptar la Verdad bíblica, de que todos estábamos destituidos de la gloria de Dios, por lo tanto, estábamos sin vida espiritual, muertos en nuestros delitos y pecados. Y como muertos, incapacitados para toda obra.

Romanos 3:23  por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios,

Esto no puede menos que llevarnos a ver el propósito fundamental de estar ubicados en esta realidad humana:

Una vida espiritual saludable es aquella que reconoce el estado del cual el Señor nos rescato. Esto nos conducirá a ser siempre agradecidos con nuestro Salvador. Esto también nos llevara a una vida siempre dependiente de la gracia de Dios.

Pues así como no pudimos hacer nada para salir del estado de perdición en el que nos encontrábamos, tampoco podemos hacer nada para conservar ese estado de gracia. Todo depende solamente de Dios.”[7]

Reconocer esta Verdad nos permite debatir la falsa doctrina que nos enseña que el hombre tiene capacidad de decidir por sí mismo, que sus buenas obras “morales, éticas, religiosas” le permiten alcanzar méritos delante de Dios y con ello ser galardonador de sus propias bendiciones.

Desde el momento en que empezamos a ver las cosas con esos ojos de falsedad, antropocéntricos, humanista, en ese momento reducimos la gracia divina y la misericordia, a un favor merecido.

Y comenzamos a fabricar a un dios para nuestro servicio, y lo más triste, un dios para nuestro servicio terrenal, para nuestra gloria personal y justo a nuestra medida. Y cuando esto deja de ser así, nos decepcionamos de Dios, de la fe y de la iglesia.

Y mientras las cosas van sucediendo conforme a nuestra voluntad e interés, nos vamos convirtiendo en sepulcros blanqueados, nos vamos haciendo “farisaicos”, imponiendo nuestras normas y reglas para ganar el cielo.

Nos hacemos soberbios y vanagloriosos, autosuficientes, menospreciando el sacrificio de Cristo en la cruz, y nos vamos alejando de la Verdad y la Santidad de Dios, haciendo que todo dependa solo de nosotros, nuestras capacidades y nuestros medios.

De manera entonces, que no podemos desviarnos de la gran Verdad: “Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados” (Efesios 2:1)

Reconocer esta realidad “nos hace ver más grande la gracia de Dios, pues esta gracia no se manifestó a personas que tenían un buen corazón o que de alguna manera, merecían estas riquezas de Dios, sino más bien, la gracia se manifestó al hombre pecador, perdido y enemigo de Dios”[8]

¡Maravilloso Dios¡ que en su amor infinito y en su grande soberanía, que nuestra mente limitada no logra comprender, nos rescato de ese mundo de muerte y obscuridad, y nos trajo a su Hijo Unigénito, para obtener perdón de pecados y vida eterna.

En esa condición de muerte, de miseria, de dolor y abandono, nos encontró y nos dio vida nueva, corazón nuevo, ojos nuevos y un nuevo entendimiento para poder acudir a Él en busca de misericordia.

Que nuestros ojos siempre estén puestos en su grandeza y en nuestra pequeñez, para poder mantenernos dependientes de su amor, su gracia y misericordia. Para poder reconocer la gran bendición y el milagro del que gozamos en el día a día.

  • ¿Cómo podemos explicar que Dios es rico en misericordia, de acuerdo a Efesios 2:4?

Como dejar de ver la inmensa misericordia con la que Dios ama y sustenta su creación. Su misericordia se extiende hasta al más vil pecador no arrepentido. Hasta aquel cuyas maldades son su pan diario, se caliente bajo el sol.

Todos, creyentes y no creyentes, podemos gozar de la belleza de la naturaleza, de la brisa fresca de la mañana, de las fuerzas nuevas cada día, ver, caminar, desarrollar habilidades y capacidades, desarrollar nuestra inteligencia, incluso, gozar de compañía y cariño.

Todo ello, porque Dios es rico en misericordias, aun con los pecadores no arrepentidos, “pero no podemos decir que Dios ama a esos pecadores, más bien Dios ama a su creación y la sustenta y la conserva … Pero hay otra clase de amor, un amor especial, un amor eterno, un amor que está basado en el plan electivo de salvación”[9]

Y ese es el amor que le lleva a derramar abundantes bendiciones espirituales sobre sus hijos, los elegidos, los llamados, los que han creído de Jesucristo y han sido redimidos por su sangre. Y aquí vemos a un Dios rico en misericordias para el pecador arrepentido.

Solamente su pueblo, su iglesia goza y disfruta ese amor de Dios, que es el amor del Padre, quien les amará eternamente, sin olvidar, que nos amó eternamente, desde antes de nacer, por su gran misericordia, y no porque hubiese merito alguno en nosotros.

  • ¿Qué quiere decir Pablo con que Dios nos dio vida juntamente con Cristo, en Efesios 2:5?

Jamás olvidemos que cada uno de nosotros estábamos muertos en delitos y pecados, y alejados completamente de Dios. Que fue su gracia la que nos alcanzo y nos permitió nacer de nuevo, y creer y conocer a Cristo.

Y tampoco debemos olvidar que un atributo de nuestro gran Dios, es su santidad, sin la cual nadie le vera. Una santidad que no tolera el pecado ni al pecador, de manera que nuestra pecaminosidad nos  incapacita para acercarnos a Él.

De allí el inmenso amor de Jesucristo, que determino morir por los que en Él habrían de creer, y que en su nombre pudiéramos ser aceptos delante del Padre.

La muerte de Cristo ha sido la fuente de nuestra vida, porque es en Él que nosotros somos declarados justos, impidiendo que la ira santa del Padre nos condene eternamente, y seamos acreedores de la muerte eterna

Cuando Pablo afirma que nos dio vida <juntamente con Cristo> implica que de la misma manera como su poder operó para que Jesús venciera la muerte, así también obró para que nosotros tuviéramos vida eterna.”[10]

Esta maravillosa Verdad ha de llevarnos a doblar rodillas y expresar nuestra inmensa gratitud por el sacrificio de Cristo y el amor del Padre para con los que creemos. Tener la humildad de reconocer que todo lo hemos recibido por gracia.

Que tanta bendición espiritual, que tanta misericordia, que toda promesa divina a nosotros no nos ha costado nada, pero que ha Cristo le significo morir injustamente, y al Padre, le significo entregar a su Hijo Unigénito, por aquellos que no merecían nada.

Que todo lo que nosotros hemos hecho para recibir tanta bondad, ha sido, entregar nuestra lista inagotable de pecados.  Que la iniciativa y la decisión de nuestra salvación estuvieron en Dios.

Que fue Él quien nos hizo nacer de nuevo, dándonos vida en Cristo y capacitándonos para creer y acercarnos a Él, reconociendo y arrepintiéndonos de nuestras iniquidades, y entonces, ver y saborear su misericordia y su amor.

  • ¿Cómo debemos entender que Dios preparo de antemano las buenas obras en las que hemos de andar, como si no tuviésemos libertad de elección, según Efesios 2:10?

Una vez hemos conocido a Cristo, por pura misericordia y gracia de Dios, ya no podemos andar como andábamos en el mundo, y tampoco podemos seguir haciendo las obras de “bondad” que hacíamos en el mundo.

Toda obra de bondad que el hombre sin Dios hace, no es una obra buena según Dios. Porque toda obra de bondad del hombre de mundo, siempre conduce a gloria personal, a sentirse bien él, a aquietar su alma o buscar reconocimiento.

El hombre sin Dios no puede elegir. Esta completamente gobernado por el pecado, y su única decisión radica en establecer dónde, cómo, cuándo y con quién ha de pecar. Toda obra de moralidad, de ética o de religiosidad que haga, es obra muerta porque proviene de un muerto.

Un muerto no puede hacer nada ¡está completamente muerto! De manera que las obras de bondad no existen en el mundo sin Dios. Solo los que hemos creído podemos decidir si obedecemos o no, a Dios.

Pero el que ha nacido de nuevo, ama la santidad de Dios, busca santificarse para Dios, busca parecerse a Cristo. Saber que todo lo ha recibido por gracia no le hace pecar libremente, sino por el contrario, le hace luchar libremente contra el pecado.

Dios nos ha preparado, a todos los creyentes, las buenas obras en las que hemos de andar, pero son buenas obras según Dios, es decir, son obras que glorifican a Dios, y estas buenas obras solo provienen como fruto de la fe.

La gracia de Dios capacita al hombre que ha sido regenerado para que ande en novedad de vida y abunde en las buenas obras que Dios preparo desde antes de la fundación del mundo para que los creyentes anden en ellas”[11]

Dios, a través del Espíritu Santo, pone en el hombre la capacidad de obedecer y hacer todo aquello que agrada a su Padre. Es así como podemos andar en esas buenas obras, que ya Él preparo para que anduviésemos en ellas y le glorifiquemos.

[1] Efesios: Las riquezas de Su gracia. Julio César Benítez Benítez, Pág. 43

[2] Ídem Pág. 47

[3] Ídem Pág. 48

[4] Ídem Pág. 51

[5] Ídem Pág. 51

[6] Ídem Pág. 51

[7] Ídem Pág. 53

[8] Ídem Pág. 54

[9] Ídem Pág. 62

[10] Ídem Pág. 63

[11] Ídem Pág. 71