¿Qué valor tiene la expresión “A los pies de la cruz”?

Probablemente lo veamos como una expresión de romanticismo cristiano, o como una expresión más en el lenguaje del creyente o

¿Realmente entendemos que significa estar a los pies de la cruz?

Juan 19:25:  Estaban junto a la cruz de Jesús su madre, y la hermana de su madre, María mujer de Cleofas, y María Magdalena.

permaneciendo a los pies de la cruz

Normalmente creemos que la presencia de las mujeres junto a la cruz se debe a que, en aquel tiempo, las mujeres tenían tan poca importancia que nadie se fijaba en ellas.

Y que por eso estas mujeres no corrían mucho riesgo al acercarse a la Cruz de Jesús y permanecer allí.

Y sí así fuera, no podemos menos que admirar su valor, porque asociarse con una Persona Que el gobierno romano consideraba lo suficientemente peligrosa como para merecer la Cruz

O mostrar afecto por Alguien Que los ortodoxos consideran un hereje, era de valientes.

De manera que debemos entender que la presencia de estas mujeres cerca de la Cruz no era debida al hecho de que fueran tan poco importantes que nadie les prestaba atención.

Por el contrario, su presencia a los pies de la cruz es un testimonio bíblico que demuestra que el perfecto amor destierra todo temor.

  • ¿Cuál es el mejor momento para postrarnos a los pies de la cruz?

Si contemplamos el contexto de esta escena, podremos ver que debió de tener lugar poco antes de morir Cristo.

Los soldados tenían que custodiar de cerca a los crucificados, para evitar que los desclavasen.

Por eso estos soldados estaban “sentados” allí (Mateo_27:36 “Y sentados le guardaban allí).  Mientras repartían sus vestiduras.

 Al principio de la crucifixión, un grupo de piadosas mujeres, entre las que está Magdalena, estaban “mirando (todo esto) de lejos”

 Marcos 15:40 “también había algunas mujeres mirando de lejos, entre las cuales estaban María Magdalena., María.

La madre de Jacob el menor y de José, y Salomé.

Posteriormente, María, con este grupo de mujeres, entre las que está María Magdalena, está “de pie junto a la cruz” (Jua_19:25).

Esto hace suponer que el Señor Jesús ya llevaba mucho tiempo en la cruz y que Su muerte se acercaba.

Fue esto, seguramente, lo que hizo que el “centurión” les permitiese acercarse a la cruz

Marcos 15: 44.45 “Pilato le entrega el cuerpo a José de Arimatea cuando el centurión confirma su muerte les permitiese acercarse a la cruz.

Expresando adoración y gratitud

Parece ser entonces, que el mejor momento para presentarnos a los pies de la cruz ha de ser, cuando sentimos una urgente necesidad de expresar nuestro amor y gratitud por Aquel que nos llamo.

estar a los pies de la cruz es un acto de adoración

Y esto lo podremos apreciar, si nos hacemos la siguiente pregunta:

  • ¿Por qué se menciona solo a estas cuatro mujeres, como presentes, a los pies de la cruz?

Y esta pregunta no la sabremos responder con exactitud, pero podemos hacer algunas deducciones, si analizamos con detalle, quienes eran, cada una de ellas.

Reflejan una relación estrecha

Podemos partir, de que estas cuatro mujeres, eran las que guardaban una relación mucho más estrecha con el Señor Jesús durante todo su ministerio.

Así, por ejemplo, se menciona la madre de Jesús, que obviamente estaría en todo momento de sufrimiento del Señor,

Pues nadie, mejor que ella, conocía Su llamado, aún cuando no lo comprendiera del todo.

También se menciona a Salomé,  la madre de los hijos de Zebedeo, que eran discípulos de Jesús, del grupo íntimo de los tres

La “hermana de su madre,” que, conforme al uso semita, no exige ser hermana en sentido propio, sino familiar o pariente.

Y finalmente, María Magdalena, a quien Jesús había hecho un maravilloso acto de misericordia al echar siete demonios de ella.

Por ello, no sorprende que se convirtiera en una muy agradecida y fiel seguidora del Señor.

Era una de las mujeres que, una vez convertida en discípula del Señor, lo ayudaba en el ministerio entregándole algo de sus bienes.

No es de sorprenderse, entonces cuando la encontramos:

  • Junto a la cruz, con las otras mujeres
  • Junto al sepulcro cuando Jesús fue sepultado (junto con María, la esposa de Cleofas),
  • Y también junto al sepulcro al tercer día (junto con María, la esposa de Cleofas, y con Salomé). 20:1, 2, 11–18.
Reflejan compromiso y amor al Señor

Vemos a estas cuatro mujeres en los momentos culminantes y decisivos de la Verdad del ministerio del Señor Jesús.

Si bien la fe de estas mujeres no fue lo que hubiera debido ser, su amor por el Señor resulta evidente en todo momento.

Parecería que de todo el círculo de once hombres sólo uno estuvo junto a la cruz. Ese fue el apóstol Juan. Pero del circulo de las mujeres, siempre encontramos  a estas cuatro.

Reflejan valentía

No podemos dejar de ver en ellas  su valentía, pero más aún, su profundo amor por el Señor, su fidelidad y su búsqueda.

Y es aquí donde podemos decir, que cuanto más se nos perdona, más amamos, y mientras más amamos, más dispuestos estamos a permanecer a los pies de la cruz!

Y que esta permanencia sea toda la Vida, y no solo en Semana Santa, o cuando nos recordamos o cuando nos afligimos, y entonces volvemos nuestros ojos a esa cruz que nos fortalece.

  • ¿Qué vemos cuando nos postramos a los pies de la cruz?

Juan 19:26-27 Cuando vio Jesús a su madre, y al discípulo a quien él amaba, que estaba presente, dijo a su madre: Mujer, he ahí tu hijo.

Después dijo al discípulo: He ahí tu madre. Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa.

De las siete frases pronunciadas por el Señor en la cruz, Juan refiere tres. Las siete con sus referencias son las siguientes:

  1. “Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen” (Lc. 23:24).
  2. “Hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lc. 23:43).
  3. “Mujer, ¡he ahí tu hijo! ¡He ahí tu madre!” (Jn. 19:26, 27). [p 708]
  4. “Dios mío, Dios mío ¿por qué me has desamparado?” (Mt. 27:46; Mr. 15:34).
  5. “Tengo sed” (Jn. 19:28).
  6. “Consumado es” (Jn. 19:30).
  7. “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu” (Lc. 23:46).

De manera que en Juan 19: 26-27, tenemos la tercera expresión del Señor en la cruz. Vamos a analizarla con un poco de detenimiento.

Amor del Señor por su madre

Se puede apreciar el dolor del Señor Jesús cuando mira a María al pie de la cruz, de manera que pronuncia unas palabras de cuidado hacia ella.

Y es entonces cuando  dijo a su madre, “Mujer, ¡he ahí tu hijo!”

Aunque nos pudiera parecer un poco fuerte, o frio, no podemos dejar de ver la intención del Señor, al decirle “Mujer”, y no “Madre”.

La palabra “Madre” hubiera clavado la espada más hondamente en el alma de María, la punzante y dolorosa espada de la que había hablado Simeón mucho tiempo atrás.

Lucas 2:35 “y una espada traspasara tu misma alma”

Simeón dijo a su madre: He aquí, este está puesto para caída y para levantamiento de muchos en Israel. Y el corazón de María se constriñe, aún sin comprender claramente.

Aquí a los pies de la cruz, al igual que en la boda de Caná (Juan 2:4 “¿Qué tienes conmigo mujer?), el Señor Jesús la llama con la palabra mujer,

¿Por qué? Porque era necesario que María  dejara de verle en Él simplemente como su hijo.

Porque, cuanto más lo ve como tal, tanto más incomprensible es para ella el sufrimiento de Él. María debe comenzar a ver a Jesús como a su SEÑOR y Salvador

Y sabemos, que aún viéndole como Señor, el sufrimiento permanece, pero será un sufrimiento diferente.

El mensaje de un sufrimiento con propósito

Solo entonces sabrá que, aunque la agonía del Señor es indescriptiblemente terrible, todo ello lleva un propósito glorioso. Comprenderá que la cruz es gloriosa.

Entonces comenzará a concentrarse en su significado redentor, en el Señorío de Cristo, en el cumplimiento del plan divino, y que ella solo es un instrumento dentro de toda la historia.

¡En consecuencia, no madre sino mujer¡.

El sufrimiento meramente emotivo de María—como cualquier mujer sufriría por el hijo que es crucificado—debe sustituirse con algo más elevado y noble, o sea, con la adoración.

Al decir, “Mujer ¡he ahí tu hijo!” Jesús confía a María al cuidado de Juan, y ha tomado en cuenta el sufrimiento de ella al pie de la cruz, ha confirmado su amor y fidelidad.

Pero nos podríamos preguntar:

¿Por qué el Señor no confió a María al cuidado de alguno de sus otros hijos?”

Probablemente porque ellos todavía no  habían recibido al Señor Jesús con fe viva, aún no le habían aceptado como el mesías que habría de venir.

Juan 7:5 “Porque ni aún sus hermanos creían en Él. Le pidieron que saliera de Galilea, que se fuera para Judea hacer sus milagros.”

Y además, ¿quién podría esperarse que cuidara mejor de María que el discípulo al que Jesús amaba?

Y es a ese discípulo a quien el Señor dijo: “¡He ahí tu madre!”, y Juan entendió de inmediato cual era el mensaje, y a partir de ese momento la acogió en su casa.

Es cierto que ahí está implícita una lección acerca de la responsabilidad de los hijos respecto a sus padres, en cuanto al quinto mandamiento. Pero sin duda no es la lección principal.

  • ¿Qué debemos aprender de mantenernos a los pies de la cruz?

La lección principal de la permanencia de María junto a la cruz, y del cuidado que el Señor tiene de ella, es: el sufrimiento de Jesús como el acto redentor de su iglesia!.

La preocupación del Salvador por los suyos y el acto de adoración que debe fluir de los que le amamos, es la lección que debemos aprender mientras estamos a los pies de la cruz.

¡No es la preocupación de un hijo por su madre¡ ni el sufrimiento de la madre que ha permanecido junto a la cruz. Verlos así es, no comprender lo que significa la cruz.

No olvidemos el propósito de Juan al escribir este Libro: “Para que creamos que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y que al creer en Él, tengamos vida en su nombre” Juan 20:31

A lo largo de todo el capítulo Juan ha ido presentando a Cristo vinculado a la pascua, destacando que ha sido inmolado como el Verdadero Cordero Pascual

Juan 19:36 “Porque estas cosas sucedieron para que se cumpliese la Escritura: no será quebrado hueso suyo”

Preocupación de Cristo por su iglesia

Podemos ver la preocupación de Jesús por nuestro dolor y sufrimiento:

Hebreos 4: 14-16 “Por tanto, teniendo un gran sumo sacerdote que traspasó los cielos, Jesús el Hijo de Dios, retengamos nuestra profesión. 

Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades,

sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. 

Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro.”

El gran incentivo para retener nuestra confesión  “la fe que profesamos” es el conocimiento de que Jesús es el Hijo de Dios y un gran sumo sacerdote que ha traspasado los cielos.

Como el Hijo de Dios él es la revelación definitiva de Dios, y aquel en quien se completan los propósitos de Dios para el universo.

Como el sumo sacerdote definitivo fue fiel a Dios frente al sufrimiento y la tentación, soportando la muerte para “expiar los pecados del pueblo”

En su ascensión traspasó los cielos y entró en la presencia de Dios, “para presentarse ahora delante de Dios a nuestro favor”

El triunfo de Cristo

Como Jesús luchó para hacer la voluntad del Padre delante de todas las dificultades se demostró que es el único que puede salvarnos del poder y el castigo del pecado.

El desafío a acercarnos con confianza al trono de la gracia se basa especialmente en la enseñanza de que Jesús puede sentir compasión de nuestras debilidades.

El antiguo pacto provee un limitado acceso a Dios por medio del sistema de sacrificios en el tabernáculo o el templo.

Cristo nuestra nueva esperanza

Pero la obra de Jesús como sumo sacerdote introduce una “mejor esperanza”, por la cual “nos acercamos a Dios”

Acercarnos continuamente significará el expresar la relación con Dios directamente por medio del nuevo pacto, en oración,

Buscando misericordia para las fallas pasadas y gracia para el oportuno socorro  “en la hora de necesidad”.

Esta aproximación a Dios buscando socorro para correr la carrera cristiana debe ser con confianza a pesar del más franco reconocimiento de nuestros pecados.