Jesús Hombre. Al verle andar entre nosotros, comer, cansarse, enojarse, sufrir como nosotros, podemos preguntarnos y ¿Quién es Jesús? ¿Es un hombre como cualquier otro? ¿Es solo un profeta? o ¿Es Dios mismo?

El capitulo cinco de Juan comienza dando a conocer una señal de poder del Señor Jesús, al sanar a un paralitico en el estanque de Betesda, y con ello dando paso al conflicto con los líderes religiosos judíos, Conflicto que ha empezado a verse desde el capitulo cuatro.

Ambos eventos nos conducen a la misma reflexión: ¿Quién es Jesús? ¿Qué potestad tiene? ¿Por qué es despreciado por las autoridades religiosas? ¿Cómo debemos interpretar Sus palabras?

El Señor Jesús  se da a conocer entre las multitudes, en las diferentes ciudades por donde pasa, en la sinagoga y frente a las máximas autoridades religiosas del pueblo judío: los fariseos y los escribas.

Ese darse a conocer conlleva milagros portentosos, como la sanidad del paralítico al inicio del capítulo cinco; realizar esos milagros, justo en el día de reposo, considerado el día más sagrado para dichas autoridades,

Quienes habían  tomado dicho día como el mandamiento que representaba su bandera religiosa, a punto tal de tergiversar completamente su concepto original definido en la Ley de Moisés.

También el Señor se daba a conocer al hablar con autoridad en términos tales que exasperaba a dichas autoridades. Así lo vemos en los siguientes versículos:

 Juan  5:15-18 “El hombre se fue, y dio aviso a los judíos, que Jesús era el que le había sanado.

Y por esta causa los judíos perseguían a Jesús, y procuraban matarle, porque hacía estas cosas

En  el día de reposoY Jesús les respondió: Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo.

Por esto los judíos aun más procuraban matarle, porque no sólo quebrantaba el día de reposo, sino que también decía que Dios era su propio Padre, haciéndose igual a Dios.

A partir de ahí, el Señor da una respuesta que busca hacerles entender quien es Él: “Jesús  da cuatro razones para apoyar su pretensión:

El Hijo actúa precisamente como el Padre (v.19); el Padre muestra sus planes al Hijo (v.20); el Hijo, como el Padre, tiene poder de dar vida (v21); el Hijo ha recibido del Padre autoridad para juzgar (v 22).

Esta secuencia de razones que apoyan la posición del Hijo tiene dos propósitos principales. En primer lugar, que los oyentes se sorprendieran (v. 20), y en segundo lugar, que pudieran honrar al Hijo como honran al Padre.[1]

Con esto, poco a poco vamos entendiendo quien es Jesús, de donde proviene Su autoridad, que tan grande es Su poder y de donde se origina su igualdad al Padre. Y como decían los fariseos: “haciéndose igual a Dios”.

Vamos encontrando las respuestas, tanto por Sus Palabras como por la misma autoridad con que las pronuncia. Por las mismas razones que da, de manera especial cuando se enfoca en el amor del Padre por el Hijo,

Dándonos la base para concluir la razón por la cual el Padre ha de revelar todo por medio del Hijo, el cual nos fue dado solo por gracia, por amor, como lo dice Juan 3:16: tanto amo Dios al mundo que nos ha dado a su propio hijo, para morir por nosotros!

Una vez, hemos comprendido quien es Él, de donde proviene Su autoridad y poder: debemos entonces preguntarnos ¿Qué debemos hacer? ¿Qué se nos demanda para poder gozar de Su favor? ¿En qué consiste ese favor? ¿Por qué es vital para nosotros?

Al saber Quien es Jesús, nos es preciso: Oír su Palabra

La primera parte del versículo 25 nos dice: “De cierto, de cierto os digo: el que oye mi palabra” dándonos la primera condición requerida para acercarnos a Él, y con ese acercamiento reconciliarnos con el Padre: oír su Palabra!

¿Qué significa oír?  En su original, este verbo hace referencia a entender,  escuchar, prestar atención, obedecer; lo cual está estrechamente relacionado con creer, pues difícilmente podremos obedecer Su Palabra sino creemos a ella y en Quien la pronuncia.

La autoridad de la Palabra de Jesús se deriva de la Verdad de Su enseñanza, una Verdad que conduce a Libertad, para quien la escucha y la puede obedecer:

El hecho de reconocer la Verdad de las enseñanzas de Jesús y no hacer nada es, en efecto, equivalente a unirse a los enemigos del Señor.

Significa también que existe una fuerza espiritual poderosa que retiene al creyente superficial de lo que se reconoce como el curso correcto de acción.[2]

En ese sentido, oír la Palabra de Jesús, implica creerle, comprometerse y moverse a la acción en obediencia. Significa discernir la Verdad de Su Palabra, conocerla, dejar que moldee nuestra mente y corazón:

Pues la Verdad de Cristo liberta al creyente obediente de la esclavitud del pecado en,  a lo menos, dos maneras eficaces:

Revela la verdadera naturaleza del pecado, como algo ofensivo a Dios y destructivo para el creyente y la sociedad.

También la Verdad crea en el creyente la convicción y fuerza moral para resistir el pecado. Además, la Verdad de Cristo sirve para sacar el disfraz de Satanás, revelándolo tal cual es, mentiroso y padre de toda mentira.

 Así que la Verdad de Cristo y la libertad moral y espiritual son conceptos inseparables[3] no oír Su Palabra implica una sordera espiritual, reflejando ese eterno “no quiero” que refleja las ataduras del pecado. Sin olvidar que tanto el querer como el hacer, provienen de Él.

Para que lo anterior suceda solamente es posible si se reconoce la Verdad acerca de la persona de Jesús, y por eso “oír su Palabra” se acompaña de “creer al que le envío”, lo que le otorga a al Señor Jesús Su carácter  Mesiánico y la autoridad de Hijo de Dios.

Saber Quien es Jesús Significa: Creer al que le envío

El Señor Jesús habla abiertamente y con toda autoridad de Su persona, de Su origen divino y de Su poder, por lo cual se ofendían las autoridades religiosas que le escuchaban,

Pero esto no impedía que Él continuara hablando al mundo la Verdad que había escuchado de parte de Su Padre, el que le envío:

La indiferencia u oposición de parte de ellos no lo desviaría de Su misión como “el enviado de Dios” ni le limitaría para darles a conocer su potestad sobre los designios del hombre[4]

Oír Su Palabra y Creer al que le envío son las condiciones necesarias para poder gozar de la promesa de Vida Eterna, donde el Señor aclara “y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida”.

Los verbos del tiempo presente, oye (mi palabra), cree (al que me envío) y tiene (vida eterna), describen una actitud dinámica, una relación personal y resultado vivificante que son actuales y perennes[5]

Es decir, demandan una actitud constante y en acción, en permanente obediencia, que solo se puede lograr si mantenemos una relación personal con nuestro Salvador y Señor, y finalmente nos da un resultado de vida, y vida en abundancia,

Que se hace real en nosotros cuando los “frutos dignos de arrepentimiento” se reflejan en nuestro carácter y forma de vida, que pasa a ser una vida nueva,

Tan hermoso, porque además esa vida es perenne, pues alcanza la eternidad. Es decir que la vida eterna que Jesús ofrece es una realidad que comienza ya en esta vida, y se extiende hasta la eternidad.

Jesús sostiene que el oír su palabra y el creer en el Padre quien le envío son conceptos inseparables, casi sinónimos y conducen a la vida eterna.

Los dos destinos que el hombre escoge son condenación y muerte, por un lado, y vida, por otro; no hay un tercer camino[6]

Entendiendo que no es el hombre en sí mismo quien escoge, sino la Soberanía del Padre, escogiendo y entregando al Hijo para la redención de ese hombre, para  Sus elegidos, para Su Iglesia.

Y todas estas cosas Él las puede hablar, las puede hacer porque el Hijo hace lo que ve hacer al Padre; porque el Padre ama al Hijo; porque el que honra al Padre, honra al Hijo;

Porque el poder que tiene el Padre para levantar a los muertos, es el mismo poder que tiene el Hijo y porque el Padre, todo juicio ha dado al Hijo.

En esencia, porque el Hijo es el mismo Dios hecho hombre; semejante a los hombres, pero sin pecado! Humillándose a sí mismo haciéndose hombre y habitando entre nosotros, solo por amor a Sus elegidos.

Y El Señor Jesús dice: La hora ha llegado ¡ y ahora es¡

¿Pero, quienes han de oír su palabra y han de creer al que le envío? ¡Los muertos oirán la voz del Hijo de Dios¡ y los que la oyeren, vivirán!

Llegaría ese tiempo en que oiríamos la voz del Mesías ¡La hora ha llegado¡ en la que el Señor Jesús, por el poder de Su  Espíritu, levantará a una vida nueva a todos los que están muertos en delitos y pecados, A todos los que están destituidos de la gloria de Dios; a todos los muertos espirituales,

Y ¡Ahora es¡ que estos muertos podrán oír su voz, “que su voz llegue a los corazones de de los que están muertos en pecado, para que puedan hacer las obras del arrepentimiento, y prepararse para el día solemne[7]

Jesucristo puede dar esta vida, porque así como el Padre tiene vida en sí mismo, así dio también al Hijo tener vida en sí mismo.  No todos serán levantados a esa vida nueva que ofrece el Señor.

Puesto que aquí estos están oyendo la voz de Cristo, y “llega la hora, y ahora es”, y a pesar de oírla, no todos vivirán – resucitaran – sino solo los que la “escuchen” para abrazarla[8]

Llega la hora en que los muertos espirituales podrán oír la Voz de Jesús, “a estos viene Cristo a llamarlos a la vida, a la resurrección. Esta es su misión[9]

¡Maravilloso poder del Dios hecho hombre¡ y grandiosa Soberanía del Padre, que en el beneplácito de Su Voluntad, elige quienes la oirán¡

En el versículo. 26, Juan 5,  encontramos la razón de cómo Jesucristo puede causar una resurrección en los muertos espirituales:

Porque el Padre le dio tener vida en sí mismo”, es decir, Cristo nos da la vida que Él tiene, y así resucitamos. “Los muertos que escucharen la voz del Hijo de Dios, “vivirán”, porque aquí Su voz es Su predicación, Su enseñanza, el misterio de fe trae del Padre.

 Y las Palabras de Cristo “son espíritu y vida” (Juan 6:63). Por eso, los que las “oyeren”, es decir, los que las abrazaren  y creyeren, “vivirán”; los que por estar muertos a Él, resucitaran en el espíritu y por la fe al hacerse hijos de Dios” (Juan 1.13)[10]

El Hijo de Dios, el Jesús hecho hombre, el Jesús histórico, Dios y hombre a la vez, en Su hermosa misión, vino a nosotros, los que estábamos muertos en delitos y pecados, para darnos vida y vida eterna!

Glorioso Señor que nos ha permitido escuchar Su voz, para conocerle, para amarle y para obedecerle! Para darle Gloria y ser testimonio de la Verdad de Jesucristo en nuestras vidas.

 CONCLUSIONES

Al finalizar este estudio precioso de la Palabra de Dios, no podemos menos que caer de rodillas al  reconocer la grandeza de nuestro Señor Jesucristo, “que siendo en forma de Dios, no estimo el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse” (Filipenses 2:6),

Y se hizo hombre, para habitar entre nosotros, llegando la hora, en la que podríamos discernir Su voz, podríamos creer al que le envío, y con ello tener vida eterna y no ir a condenación!

No podemos dudar, en ningún momento, del poder de Jesucristo, de Su divinidad, de Su igualdad con el Padre, de Su autoridad para dirigir los designios de los hombres,

En tanto que todo juicio, toda autoridad para juzgar, el Padre ha dado al Hijo, y tanta honra le debemos al Padre, como se la debemos al Hijo.

Pidámosle al Señor misericordia, para que con corazones dóciles, podamos abrazar Su Palabra, podamos comprometernos con ella, y podamos movernos a la acción en obediencia, teniendo corazones agradecidos, por ser de los privilegiados, que hemos podido oír su voz!

Y no hemos podido en nosotros mismos, pues al estar muertos espiritualmente, no poseíamos capacidad alguna de oír y mucho menos de obedecer. Agradecidos porque el Padre nos escogió para ser redimidos por el infinito amor del Hijo.

No olvidemos nunca las palabras que el Señor Jesús hoy ha dicho: que el oír Su palabra y el creer en el Padre quien le envío son conceptos inseparables, casi sinónimos y que juntos nos conducen a la vida eterna.

Que el hombre solo tiene dos destinos, o va a condenación y muerte, o es privilegiado, y puede tener vida, y que no hay un tercer camino. Que el único que nos puede dar esa vida es Jesucristo.

Creyendo en Su persona, en Sus dos naturalezas: completamente hombre y completamente Dios; solamente así podía Él cumplir Su misión y darnos a nosotros tan precioso e invaluable regalo.

Busquemos una actitud permanente de obediencia a Su Palabra, busquemos mantener ese tiempo de comunión con Él, que nos lleve a una estrecha relación personal con nuestro Señor y Salvador,

Para que de una manera continua estemos atentos a la Predicación de Su Palabra, a la congregación de los santos, al servicio fiel de Su obra, al cumplimiento incondicional de nuestros ministerios.

A esa búsqueda constante, a esa inquietud desesperante en nuestros corazones, por agradarle solo a Él, para amarle por sobre todas las cosas,  y para glorificarle solo a Él.

Que el Espíritu Santo de Dios nos conduzca a toda Verdad!

 

 

 

BIBLIOGRAFÍA

 

 

  • Biblia Reina Valera 1960
  • Comentario Bíblico de Mathew Henry
  • Biblia Comentada, Profesores de Salamanca.
  • Comentario Bíblico Mundo Hispano.
  • Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno
  • Comentario al Nuevo Testamento, William Barclay
  • E-Sword
  • Cristo Su Persona y Su Obra, James Oliver Buswell

 

[1] Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno

[2] Comentario Bíblico Mundo Hispano.

[3] Ídem

[4] Ídem

[5] Ídem

[6] Ídem

[7] Comentario Bíblico de Mathew  Henry

[8] Biblia Comentada, Profesores de Salamanca.

[9] Ídem

[10] Ídem